Impulsada por la antropóloga mexicana Marcela Lagarde, la palabra “feminicidio” fue aceptada por la Real Academia Española y será agregada a la 23ª edición del Diccionario de la RAE.
Foto: emakunde.euskadi.net |
La Real Academia Española (RAE) anunció que esa palabra será incorporada a la 23ª edición del Diccionario de la Lengua Española, que se publicará en octubre de este año con motivo de la conmemoración del III Centenario de la institución. “Feminicidio” pasó casi desapercibida entre las tantas otras que incorporará esa institución (ver aparte) que, mal que nos pese en algunos casos, rige cómo se escriben y dicen las cosas en el mundo hispanohablante.
La antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde, impulsora de esta categoría, se emociona por el logro. Y explica desde México el tránsito entre el término que acuñaron en 1976 Diana Russell y Jill Radford en su obra Femicide. The Politics of Woman Killing como femicide, al que unas tres décadas más tarde ella tradujo y reformuló como “feminicidio”: “‘Femicidio’ no incluye el análisis de la construcción social de la violencia y tampoco el papel del Estado, entre otras cosas, por la particular perspectiva anarquista de las autoras. El feminicidio pondera la responsabilidad del Estado y plantea como en toda violencia contra las mujeres la necesidad de una política de Estado para erradicarla, así como, de manera paradójica y contradictoria, la transformación de género de ese Estado y sus instituciones como parte de la solución del problema”, explica.
“Ha sido un esfuerzo creativo impulsar la perspectiva feminista epistemológica y política que encierra. Nombrar las cosas para nosotras es la mitad del camino; en el feminicidio luego está el arduo camino para erradicarlo. Me conmueve también, porque en esta misma computadora escribí por primera vez esa palabra con la emoción de estar definiendo teórica y políticamente el feminicidio. Quise que no se confundiera con homicidio y se pensara que era la feminización de esa palabra; que fuera parecida y diferente para incluir los crímenes misóginos contra mujeres y, de manera central, la enorme tolerancia social y del Estado a la violencia contra las mujeres y las niñas, con las consecuencias de impunidad e injusticia”, relata. También se explaya sobre la complejidad y la historia del término: “El feminicidio se inscribe en la violencia de género contra las mujeres y las niñas, se trata de crímenes surgidos de la desigualdad y la discriminación, de las relaciones de poder de género. Luego vino un largo proceso. Hoy esa concepción está en nuestro marco normativo y ha sido parte de la sentencia del Campo Algodonero, se usa en la política de género a nivel internacional, en los medios y en una parte importante de la legislación en América latina”.
Para Fabiana Tuñez, presidenta de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, esta inclusión es para celebrar. “Es un avance que una terminología creada y definida dentro del feminismo académico esté incluida en el diccionario. Implica el reconocimiento a una forma política de entender la violencia de género, y visibilizarla en el idioma nos parece importante”, dijo.
En la Argentina, sin embargo, el movimiento feminista no habla de “feminicidio” sino de “femicidio”. Por eso Tuñez plantea que “es lógico que Marcela haya desarrollado la terminología inicial en función de lo que pasaba en México, con una actitud de parte del Estado mexicano de complicidad, de inacción y de legitimación de la violencia de género. Cuando el Estado no actúa con toda la fuerza, como es en Ciudad Juárez y en tantas otras ciudades de México, está bien hablar de feminicidio. Ahora, en nuestro país no podemos decir que el Estado mire para otro lado, que la Justicia no actúe. Que falta mucho no me cabe dudas, pero no hay una actitud cómplice del Estado”. Por eso considera que “hubiese sido mejor poner las dos definiciones (feminicidio y femicidio), porque es más representativo de lo que ocurre en otros países”, aclaró.
Además de la inclusión de “feminicidio” en el diccionario español, otro de los logros del movimiento de mujeres es la supresión de las acepciones sexistas de “femenino” como “débil, endeble” y de la de “masculino”, como “varonil, enérgico”. También la Real Academia puso el acento en que conste el femenino y el masculino en todas las profesiones “cuando hay la más remota posibilidad de que una mujer desempeñe una profesión. En ese terreno es cada vez más difícil pillar al diccionario en un resabio machista”, aseguró Pedro Alvarez de Miranda, director académico de la obra a la agencia EFE.
Que así sea.
Texto: Sonia Santoro
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