El pasado lunes, el Sistema de Bibliotecas del Condado de Broward (Florida, EE.UU) anunció la suspensión temporal del servicio de impresoras 3D, que llevaba disponible desde 2014.
Esta decisión llega una semana después de que un hombre recibiera una disparo a las puertas de la biblioteca de Fort Lauderdale, y en medio de la polémica política y jurídica sobre la legalidad de la impresión de armas, después de que un juez federal emitiera el mes pasado una orden de restricción para detener la publicación online de planos descargables que permitieran imprimir pistolas de plástico.
Precisamente esto es lo que se busca evitar con la retirada de las impresoras, temporal (aunque sin fecha de retorno a la vista) mientras se elaboran las nuevas políticas de uso de las mismas. Se pone de ejemplo el caso de la Biblioteca de Millburn, cuyos gestores ya limitaron en 2015 la impresión de “objetos dañinos, peligrosos o que representen una amenaza inmediata para la seguridad y el bienestar de los demás”. Lo habitual en estos casos (así funcionaba hasta ahora en Broward) es que los usuarios envíen sus solicitudes de impresión al personal de la biblioteca, que es quien tiene la potestad de llevarlas a cabo.
El director de la Biblioteca de Broward, Kelvin Watson, afirmó que “me preocupa cualquier arma que pueda imprimirse en una impresora 3-D. [Nos preocupa] cualquier cosa que se pueda imprimir con el objetivo de dañar al personal o a otros usuarios de la biblioteca… especialmente a la luz de lo que ocurrido la semana pasada”. Damon Whitney, trabajador del sector de las TICs que tenía pensado haber llevado ayer a sus hijas a una biblioteca del condado para enseñarles, precisamente, el funcionamiento de las impresoras 3D, afirmó no compartir la “reacción instintiva” de Watson.
“Es importante que programas como éste impulsen la ciencia y la tecnología, obtengan el apoyo de los padres y de todos los miembros de la comunidad”, añade, y propone que las bibliotecas entren en contacto con los fabricantes de impresoras, para evitar que puedan funcionar sin la aprobación previa de los bibliotecarios. “Espero que [las impresoras] vuelvan pronto disponibles”, reitera Whitney.
Fuente: TICbeat
VÉASE ADEMÁS:
Broward County Library
Esta decisión llega una semana después de que un hombre recibiera una disparo a las puertas de la biblioteca de Fort Lauderdale, y en medio de la polémica política y jurídica sobre la legalidad de la impresión de armas, después de que un juez federal emitiera el mes pasado una orden de restricción para detener la publicación online de planos descargables que permitieran imprimir pistolas de plástico.
Precisamente esto es lo que se busca evitar con la retirada de las impresoras, temporal (aunque sin fecha de retorno a la vista) mientras se elaboran las nuevas políticas de uso de las mismas. Se pone de ejemplo el caso de la Biblioteca de Millburn, cuyos gestores ya limitaron en 2015 la impresión de “objetos dañinos, peligrosos o que representen una amenaza inmediata para la seguridad y el bienestar de los demás”. Lo habitual en estos casos (así funcionaba hasta ahora en Broward) es que los usuarios envíen sus solicitudes de impresión al personal de la biblioteca, que es quien tiene la potestad de llevarlas a cabo.
El director de la Biblioteca de Broward, Kelvin Watson, afirmó que “me preocupa cualquier arma que pueda imprimirse en una impresora 3-D. [Nos preocupa] cualquier cosa que se pueda imprimir con el objetivo de dañar al personal o a otros usuarios de la biblioteca… especialmente a la luz de lo que ocurrido la semana pasada”. Damon Whitney, trabajador del sector de las TICs que tenía pensado haber llevado ayer a sus hijas a una biblioteca del condado para enseñarles, precisamente, el funcionamiento de las impresoras 3D, afirmó no compartir la “reacción instintiva” de Watson.
“Es importante que programas como éste impulsen la ciencia y la tecnología, obtengan el apoyo de los padres y de todos los miembros de la comunidad”, añade, y propone que las bibliotecas entren en contacto con los fabricantes de impresoras, para evitar que puedan funcionar sin la aprobación previa de los bibliotecarios. “Espero que [las impresoras] vuelvan pronto disponibles”, reitera Whitney.
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