Un libro de Shakespeare regresó 100 años después a una biblioteca

Una mujer estaba ordenando y entre las pertenencias de su abuela encontró: “La vida del rey Enrique V”, de Shakespeare, que había sido sacado de la Biblioteca de Paterson, en Nueva Jersey, en 1923.


El ejemplar de “Enrique V” fue devuelto a la Biblioteca Pública de Paterson, en Nueva Jersey, en septiembre. Su entrega estaba prevista para el 1 de febrero de 1923. (Crédito Biblioteca Pública de Paterson/Corey Fleming).

En un mundo donde devolver un libro de la biblioteca tarde puede resultar en una leve multa, recibir un ejemplar con más de un siglo de retraso es algo totalmente extraordinario. Este peculiar caso ocurrió recientemente en la Biblioteca Pública de Paterson, Nueva Jersey, que ha visto cómo un ejemplar de Life of King Henry the Fifth, de William Shakespeare, prestado por última vez en 1923, regresó finalmente a sus estantes en 2023, cien años después.


Una sorpresa entre las pertenencias familiares

Todo comenzó cuando Cynthia Delhaie, nieta de Arlene Delhaie, descubrió el libro mientras revisaba las pertenencias de su abuela fallecida. Durante la organización de estos objetos, Cynthia abrió un volumen antiguo y se encontró con una ficha de biblioteca. “Vi la tarjeta adentro y dije: ‘Esto es un libro de la biblioteca’”, comentó Delhaie en una entrevista para The New York Times. Sin embargo, la sorpresa fue aún mayor cuando Cynthia descubrió que no era su abuela la última persona que lo había tomado prestado, sino Lillian L. Burns, una mujer cuya relación con la familia Delhaie y cómo llegó el libro a sus manos es aún un misterio.


La biblioteca recibe un “nuevo” tesoro centenario

El regreso del libro causó un gran revuelo en la Biblioteca Pública de Paterson, donde su director, Corey Fleming, reconoció lo insólito del caso. “Es la primera vez en más de 20 años que me encuentro con algo así”, comentó Fleming. A pesar del inusual retraso en la devolución, la biblioteca no impuso ninguna multa ni penalización. “Nunca es demasiado tarde para devolver un libro”, expresó Fleming. Dado el valor histórico del ejemplar, el plan es preservarlo en la sala de historia de la biblioteca o en un museo, asegurando que este fragmento de su pasado esté disponible para las generaciones futuras.

Esta devolución tardía no es solo una curiosidad; también es una lección sobre el valor de los libros y el papel de las bibliotecas como guardianas de la historia. Aunque el libro en cuestión no sea especialmente raro, el hecho de haber estado fuera del sistema durante un siglo agrega un nivel de fascinación y relevancia que va más allá de lo literario. Es una ventana a otro tiempo, cuando las bibliotecas eran uno de los pocos lugares donde la cultura y el conocimiento estaban al alcance de todos.

Paterson Free Public Library. (Google Maps).

¿Por qué una devolución sin multas?

El caso de la Biblioteca Pública de Paterson no es único. En años recientes, muchas bibliotecas han adoptado políticas de exención de multas para animar a las personas a devolver materiales atrasados. Esto responde a un movimiento que busca reducir las barreras al acceso y evitar que las personas sientan vergüenza o miedo al devolver libros muy atrasados. De hecho, la Biblioteca Pública de Louisville (LFPL) en Kentucky, experimentó una situación similar en marzo de este año, cuando recibieron dos libros que habían sido prestados en la década de 1920 por la familia del legendario músico Morris Perelmuter King. Aunque en términos económicos el retraso habría supuesto multas de unos 7.800 dólares, la biblioteca ya había eliminado las multas, lo que facilitó la devolución de estos ejemplares históricos.

Para la gestora de la sucursal de St. Matthews, Kate Leitner, la decisión de librarse de las multas tiene un impacto positivo en la comunidad: “Ya no tenemos multas por retraso”, explicó. “Nadie tiene problemas. Estamos felices de que hayan traído los libros de vuelta”. Según Leitner, las devoluciones tardías son una oportunidad para celebrar los recuerdos familiares y preservar las historias.

Fuente: El Comercio (Por: Oscar Guerrero)



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