Uno conoce la biblioteca como usuario, y se cree siempre un usuario ejemplar. Pero no sabe, a lo que se enfrentan los bibliotecarios todos los días…
En Philadelphia Metropolis, la bibliotecaria Roz Warren escribió lo mucho que le gusta su trabajo, y lo adorables que son la mayoría de los usuarios. Y después hizo una lista de los que no lo son, y contó algunas historias.
Veamos algunos ejemplos:
En Philadelphia Metropolis, la bibliotecaria Roz Warren escribió lo mucho que le gusta su trabajo, y lo adorables que son la mayoría de los usuarios. Y después hizo una lista de los que no lo son, y contó algunas historias.
Veamos algunos ejemplos:
- La madre que riñe a sus hijos, gritando al máximo: “Callense, idiotas. Esto es una biblioteca”.
- El señor que se niega a pagar la multa por devolver tarde un DVD, porque no le gustó la película.
- El tipo que se acerca al bibliotecario, tararea una canción y después pregunta: ¿Tenes el CD?
- La pareja que se niega a pagar una multa por los libros que se olvidaron de devolver antes de irse de viaje durante dos meses: ¡No deberíamos pagar! ¡No podíamos devolverlos! ¡Estábamos en París!
- El hombre que chilla: “Dejen de presionarme” cuando la biblioteca anuncia que cerrará en media hora.
- La mujer que espera que el bibliotecario averigue el libro que busca, incluso si no recuerda el título, el autor ni el género y todo lo que puede decir de él es: “salió en la tele ayer”.
- Un usuario completamente seguro de que en la biblioteca había libros sobre los monjes descalzos, pero que no se los dejaban porque los monjes de un monasterio cercano habían llamado para pedir que no le ayudasen.
- Una señora que reclama que el bibliotecario allana su casa por las noches y le esconde los libros, para que así tenga que pagar multas.
- Los musulmanes devotos que colocan el Corán encima de la estantería porque debe situarse sobre las cosas más mundanas.
Aunque no creo que ningún usuario supere a Mr. Bean:
Jajajaja. buenísimo. y Mr. Bean, sublime.
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