¿Qué es ser lector?
Durante largos años la enseñanza de la escritura y la lectura estuvieron separadas. Saber leer y saber escribir eran habilidades de un orden diferente.
Recordemos que los escribas alcanzaban un status especial por su conocimiento específico. Y ciertos lectores también consiguieron hacer valer su capacidad como descifradores. Quienes supieran leer en lenguas antiguas se sumaban a expediciones antropológicas y búsquedas de tesoros, quienes pudieran interpretar signos mágicos eran requeridos en las cortes, quienes supieran identificar en las posiciones de los astros, en las cartas, en la borra del café, y en tantas otras alineaciones de signos el destino han sido buscados para consultar la suerte en todas las épocas.
Hoy perseguimos la utopía de un mundo de lectores con un propósito muy diferente.
¿Cuánto lee un lector?
En un mundo regido más por los números que por las letras, las cantidades y las duraciones parecen medir al ser. Entonces, ¿dejamos de ser lectores si nos cansamos de leer por estar saturados luego de un tiempo muy intenso de estudio?
¿Existe un buen lector?
Pero llegamos al mismo callejón sin salida si nos paramos para definir al lector en su calidad interpretativa. Nuevamente entonces aparecen las mediciones y las discusiones acerca del metro a utilizar.
¿Qué lee un buen lector?
Alejandra Pizarnik en los poemas del Árbol de Diana convocaba a una revolución simple y poderosa: “mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”. Leer el mismo pergamino hasta que entregue sus moléculas.
Y sostenía que “mirar desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo”. Pueden reemplazar alcantarilla por el ángulo o el género que quieran. Pizarnik habilita todos los ángulos para pensar desde allí la realidad.
¿Por qué ser lector?
Negar que gran parte de nuestra población es lectora es tan necio como afirmar que todos lo somos. Pero no se trata de una cuestión cuantitativa, ni de herramientas de medición, ni de estadísticas. No hay encuesta que mida la identidad.
Bregamos porque la lectura sea un derecho y ser lector una elección al alcance de todos.
No nos hará mejores, nos hará conscientes.
No asegurará el paraíso, pero huele tan parecido.
Texto: Laura Demidovich y Valeria Sorín
Fotos: Book Porn
Fuente: Culturalij
Durante largos años la enseñanza de la escritura y la lectura estuvieron separadas. Saber leer y saber escribir eran habilidades de un orden diferente.
Recordemos que los escribas alcanzaban un status especial por su conocimiento específico. Y ciertos lectores también consiguieron hacer valer su capacidad como descifradores. Quienes supieran leer en lenguas antiguas se sumaban a expediciones antropológicas y búsquedas de tesoros, quienes pudieran interpretar signos mágicos eran requeridos en las cortes, quienes supieran identificar en las posiciones de los astros, en las cartas, en la borra del café, y en tantas otras alineaciones de signos el destino han sido buscados para consultar la suerte en todas las épocas.
Hoy perseguimos la utopía de un mundo de lectores con un propósito muy diferente.
¿Cuánto lee un lector?
En un mundo regido más por los números que por las letras, las cantidades y las duraciones parecen medir al ser. Entonces, ¿dejamos de ser lectores si nos cansamos de leer por estar saturados luego de un tiempo muy intenso de estudio?
¿Existe un buen lector?
Pero llegamos al mismo callejón sin salida si nos paramos para definir al lector en su calidad interpretativa. Nuevamente entonces aparecen las mediciones y las discusiones acerca del metro a utilizar.
¿Qué lee un buen lector?
Alejandra Pizarnik en los poemas del Árbol de Diana convocaba a una revolución simple y poderosa: “mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”. Leer el mismo pergamino hasta que entregue sus moléculas.
Y sostenía que “mirar desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo”. Pueden reemplazar alcantarilla por el ángulo o el género que quieran. Pizarnik habilita todos los ángulos para pensar desde allí la realidad.
¿Por qué ser lector?
Negar que gran parte de nuestra población es lectora es tan necio como afirmar que todos lo somos. Pero no se trata de una cuestión cuantitativa, ni de herramientas de medición, ni de estadísticas. No hay encuesta que mida la identidad.
Bregamos porque la lectura sea un derecho y ser lector una elección al alcance de todos.
No nos hará mejores, nos hará conscientes.
No asegurará el paraíso, pero huele tan parecido.
Texto: Laura Demidovich y Valeria Sorín
Fotos: Book Porn
Fuente: Culturalij
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