Es de La Carcova, en José León Suárez, estuvo nueve años en la cárcel, estudió Sociología y ahora da clases en la universidad y fundó una biblioteca popular. Para Waldemar, "la delincuencia es una forma de expresión" de los chicos de la villa y es necesario "robarle el tiempo" con los libros.
"Nací pibe chorro y ahora doy clases en la universidad", le dijo Waldemar Cubilla al papa Francisco y lo dejó con los ojos vidriosos. El miércoles, cuando tuvo la oportunidad de conocerlo en la audiencia general en la que el pontífice recibió a la Sedronar, le contó su historia y lo dejó sin palabras. “Le llevé la voz de los presos, de los hijos de los presos y de los cirujas de José León Suárez”, contó hoy Waldemar a INFOnews, un día después de uno de los momentos más emotivos de su vida.
“Más allá de las emociones, que hacían que las palabras se te tropiecen entre ellas, era una gran responsabilidad, porque yo venía con la voz de los presos y de los chicos de la biblioteca popular, que muchos son hijos o hermanos de presos. No tuve respuesta en palabras, pero se ve que quedó muy emocionado por lo que le dije. Le hablé de los cirujas también, que viven de la basura y en la basura. Tratando, en ese instante, de contarle lo que es José León Suárez”.
Waldemar es de La Carcova, tiene 32 años y nueve de ellos los pasó en la cárcel. “Mi adicción era la delincuencia”, dice. Sin embargo, decidió combatir su adicción con los libros. Primero leyendo, después estudiando Sociología en prisión y, ahora, con la docencia. Gracias al plan Fines empezó a dar clases a los chicos de su barrio y ahora lo hace en una escuela secundaria de su barrio y forma parte de un equipo de investigación de sociología política en la Universidad Nacional de San Martín, donde es ayudante de cátedra.
“Caí preso a los 17 años, en el 2000, en plena crisis económica. Estábamos llegando a la máxima expresión de las políticas neoliberales de Menem. Ahora uno puede reflexionar cómo nosotros fuimos víctimas de esa política y la expresamos a través de la delincuencia”, analiza hoy, tres años después de haber salido de la cárcel, y agrega: “Yo siempre digo que en nuestro barrio la delincuencia es una forma de expresión. Los pibes hablan a través de los robos, a través de las pistolas, a través de los tiros. Y uno crece en eso. Nosotros militamos que ningún pibe nace chorro, pero hoy me doy cuenta de que solo biológicamente es así, porque socialmente uno está puesto ahí para eso y tiene que pasar algo extraordinario para salir”.
Según Waldemar, en su barrio “el muro de pared existe físicamente, porque después la jerga, el habla, los códigos, son los de la cárcel”. Por eso su docencia es también su militancia. Cuando comenzó en Fines, de las nueve clases que tenía que dar, cuatro las dedicaba a lo académico y cinco a las problemáticas sociales. “Hablamos sobre aborto, sobre delincuencia, sobre embarazo prematuro. También sobre las necesidades urgentes del barrio como la vivienda, la salud, la electricidad, el agua, las cloacas”, cuenta. Además, para iniciar a los chicos en la lectura construyó la Biblioteca Popular la Carcova, que tiene un fin claro: "Con la biblioteca le robamos tiempo a la droga y a la delincuencia".
“Cuando se enteraron de que venía a Roma me empezaron a llegar cartas de gente que no conocía, una para el Papa y una para mí, en la que se presentaban. Eso era mucha responsabilidad. En mis ojos llevaba la mirada de muchos y por eso con Francisco traté de ser lo más coherente posible. Esto es una posibilidad para contarle al país sobre los presos, sobre la educación popular. Incluso para la gente que no está de acuerdo con este proyecto, con esta política”.
Texto: Juan Ignacio Agosto
Fuente: Infonews
"Nací pibe chorro y ahora doy clases en la universidad", le dijo Waldemar Cubilla al papa Francisco y lo dejó con los ojos vidriosos. El miércoles, cuando tuvo la oportunidad de conocerlo en la audiencia general en la que el pontífice recibió a la Sedronar, le contó su historia y lo dejó sin palabras. “Le llevé la voz de los presos, de los hijos de los presos y de los cirujas de José León Suárez”, contó hoy Waldemar a INFOnews, un día después de uno de los momentos más emotivos de su vida.
“Más allá de las emociones, que hacían que las palabras se te tropiecen entre ellas, era una gran responsabilidad, porque yo venía con la voz de los presos y de los chicos de la biblioteca popular, que muchos son hijos o hermanos de presos. No tuve respuesta en palabras, pero se ve que quedó muy emocionado por lo que le dije. Le hablé de los cirujas también, que viven de la basura y en la basura. Tratando, en ese instante, de contarle lo que es José León Suárez”.
Waldemar es de La Carcova, tiene 32 años y nueve de ellos los pasó en la cárcel. “Mi adicción era la delincuencia”, dice. Sin embargo, decidió combatir su adicción con los libros. Primero leyendo, después estudiando Sociología en prisión y, ahora, con la docencia. Gracias al plan Fines empezó a dar clases a los chicos de su barrio y ahora lo hace en una escuela secundaria de su barrio y forma parte de un equipo de investigación de sociología política en la Universidad Nacional de San Martín, donde es ayudante de cátedra.
“Caí preso a los 17 años, en el 2000, en plena crisis económica. Estábamos llegando a la máxima expresión de las políticas neoliberales de Menem. Ahora uno puede reflexionar cómo nosotros fuimos víctimas de esa política y la expresamos a través de la delincuencia”, analiza hoy, tres años después de haber salido de la cárcel, y agrega: “Yo siempre digo que en nuestro barrio la delincuencia es una forma de expresión. Los pibes hablan a través de los robos, a través de las pistolas, a través de los tiros. Y uno crece en eso. Nosotros militamos que ningún pibe nace chorro, pero hoy me doy cuenta de que solo biológicamente es así, porque socialmente uno está puesto ahí para eso y tiene que pasar algo extraordinario para salir”.
Según Waldemar, en su barrio “el muro de pared existe físicamente, porque después la jerga, el habla, los códigos, son los de la cárcel”. Por eso su docencia es también su militancia. Cuando comenzó en Fines, de las nueve clases que tenía que dar, cuatro las dedicaba a lo académico y cinco a las problemáticas sociales. “Hablamos sobre aborto, sobre delincuencia, sobre embarazo prematuro. También sobre las necesidades urgentes del barrio como la vivienda, la salud, la electricidad, el agua, las cloacas”, cuenta. Además, para iniciar a los chicos en la lectura construyó la Biblioteca Popular la Carcova, que tiene un fin claro: "Con la biblioteca le robamos tiempo a la droga y a la delincuencia".
“Cuando se enteraron de que venía a Roma me empezaron a llegar cartas de gente que no conocía, una para el Papa y una para mí, en la que se presentaban. Eso era mucha responsabilidad. En mis ojos llevaba la mirada de muchos y por eso con Francisco traté de ser lo más coherente posible. Esto es una posibilidad para contarle al país sobre los presos, sobre la educación popular. Incluso para la gente que no está de acuerdo con este proyecto, con esta política”.
Texto: Juan Ignacio Agosto
Fuente: Infonews
Comentarios
Publicar un comentario