Todos sabemos que el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa no sólo es uno de los mejores escritores de nuestro siglo, también es un voraz lector (la prueba de ello es su libro "La verdad de las mentiras", dónde recopila diferentes prólogos a libros clásicos) y hace un tiempo elaboró esta lista de sugerencias a leer:
1- La señora Dalloway, de Virginia Woolf
“El embellecimiento sistemático de la vida gracias a su refracción en sensibilidades exquisitas, capaces de libar en todos los objetos y en todas las circunstancias la secreta hermosura que encierran, es lo que confiere al mundo de La señora Dalloway su milagrosa originalidad”, explica el Premio Nobel.
2- Lolita, de Vladimir Nabokov
“Humbert Humbert cuenta esta historia con las pausas, suspensos, falsas pistas, ironías y ambigüedades de un narrador consumado en el arte de reavivar a cada momento la curiosidad del lector. Su historia es escandalosa pero no pornográfica, ni siquiera erótica. Una burla incesante de instituciones, profesiones y quehaceres, desde el psicoanálisis -una de las bestias negras de Nabokov- hasta la educación y la familia, permean el diálogo de Humbert Humbert”, explica sobre la obra.
3- El Corazón de las Tinieblas, de Joseph Conrad
Uno de los libros favoritos del autor, que dio lugar al clásico infinito del cine bélico ‘Apocalipsis Now’ una de las obras cumbre del director Francis Ford Coppola. “Pocas historias han logrado expresar, de manera tan sintética y subyugante como ésta, el mal, entendido en sus connotaciones metafísicas individuales y en sus proyecciones sociales”, comenta Vargas Llosa.
4- Trópico de Cáncer, de Henry Miller
Una de las obras maestras de la literatura americana contemporánea del maestro de la evocación. “El narrador-personaje de Trópico de Cáncer es la gran creación de la novela, el éxito supremo de Miller como novelista. Ese ‘Henry’ obsceno y narcisista, despectivo del mundo, solícito sólo con su falo y sus tripas, tiene, ante todo, una verba inconfundible, una rabelesiana vitalidad para transmutar en arte lo vulgar y lo sucio, para espiritualizar con su gran vozarrón poético las funciones fisiológicas, la mezquindad, lo sórdido, para dar una dignidad estética a la grosería”, alega.
5- Auto de fe, Elias Canetti
“Al mismo tiempo que los demonios de su sociedad y de su época, Canetti se sirvió también de los que lo habitaban sólo a él. Barroco emblema de un mundo a punto de estallar, su novela es asimismo una fantasmagórica creación soberana en la que el artista ha fundido sus fobias y apetitos más íntimos con los sobresaltos y crisis que resquebrajan su mundo”, apunta.
6- El Gran Gatsby, de Francis Scott Fiztgerald
Otra obra que ha sido llevada al cine y que recomienda el peruano. “Toda la novela es un complejo laberinto de muchas puertas y cualquiera de ellas sirve para entrar en su intimidad. La que nos abre esta confesión del autor de El gran Gatsby da a una historia romántica, de esas que hacían llorar”, indica.
7- El doctor Zhivago, de Boris Pasternak
“…Pero sin esa confusa historia que los manosea, aturde, y, finalmente, despedaza, las vidas de los protagonistas no serían lo que son. Éste es el tema central de la novela, el que reaparece, una y otra vez, como leimotiv, a lo largo de su tumultuosa peripecia: la indefensión del individuo frente a la historia, su fragilidad e impotencia cuando se ve atrapado en el remolino del ‘gran acontecimiento”, sentencia.
8- El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa
“Como en Lezama Lima, como en Alejo Carpentier, narradores barrocos que se le parecen porque también ellos construyeron unos mundos lierarios de belleza escultórica, emancipados de la corrosión temporal, en El Gatopardo la varita mágica que ejecuta aquella superchería mediante la cual la ficción adquiere fisonomía propia, un tiempo soberano distinto del cronológico, es el lenguaje”, reflexiona.
9- Opiniones de un payaso, Heinrich Böll
“Opiniones de un payaso, su novela más célebre, es un buen testimonio de esta sensibilidad social escrupulosa hasta la manía. Se trata de una ficción ideológica, o, como decían aún en la época en que apareció (1963), ‘comprometida’. La historia sirve de pretexto a un severísimo enjuiciamiento religioso y moral del catolicismo y de la sociedad burguesa en la Alemania Federal de la posguerra”, finaliza.
Fuente: Queleer
1- La señora Dalloway, de Virginia Woolf
“El embellecimiento sistemático de la vida gracias a su refracción en sensibilidades exquisitas, capaces de libar en todos los objetos y en todas las circunstancias la secreta hermosura que encierran, es lo que confiere al mundo de La señora Dalloway su milagrosa originalidad”, explica el Premio Nobel.
2- Lolita, de Vladimir Nabokov
“Humbert Humbert cuenta esta historia con las pausas, suspensos, falsas pistas, ironías y ambigüedades de un narrador consumado en el arte de reavivar a cada momento la curiosidad del lector. Su historia es escandalosa pero no pornográfica, ni siquiera erótica. Una burla incesante de instituciones, profesiones y quehaceres, desde el psicoanálisis -una de las bestias negras de Nabokov- hasta la educación y la familia, permean el diálogo de Humbert Humbert”, explica sobre la obra.
3- El Corazón de las Tinieblas, de Joseph Conrad
Uno de los libros favoritos del autor, que dio lugar al clásico infinito del cine bélico ‘Apocalipsis Now’ una de las obras cumbre del director Francis Ford Coppola. “Pocas historias han logrado expresar, de manera tan sintética y subyugante como ésta, el mal, entendido en sus connotaciones metafísicas individuales y en sus proyecciones sociales”, comenta Vargas Llosa.
4- Trópico de Cáncer, de Henry Miller
Una de las obras maestras de la literatura americana contemporánea del maestro de la evocación. “El narrador-personaje de Trópico de Cáncer es la gran creación de la novela, el éxito supremo de Miller como novelista. Ese ‘Henry’ obsceno y narcisista, despectivo del mundo, solícito sólo con su falo y sus tripas, tiene, ante todo, una verba inconfundible, una rabelesiana vitalidad para transmutar en arte lo vulgar y lo sucio, para espiritualizar con su gran vozarrón poético las funciones fisiológicas, la mezquindad, lo sórdido, para dar una dignidad estética a la grosería”, alega.
5- Auto de fe, Elias Canetti
“Al mismo tiempo que los demonios de su sociedad y de su época, Canetti se sirvió también de los que lo habitaban sólo a él. Barroco emblema de un mundo a punto de estallar, su novela es asimismo una fantasmagórica creación soberana en la que el artista ha fundido sus fobias y apetitos más íntimos con los sobresaltos y crisis que resquebrajan su mundo”, apunta.
6- El Gran Gatsby, de Francis Scott Fiztgerald
Otra obra que ha sido llevada al cine y que recomienda el peruano. “Toda la novela es un complejo laberinto de muchas puertas y cualquiera de ellas sirve para entrar en su intimidad. La que nos abre esta confesión del autor de El gran Gatsby da a una historia romántica, de esas que hacían llorar”, indica.
7- El doctor Zhivago, de Boris Pasternak
“…Pero sin esa confusa historia que los manosea, aturde, y, finalmente, despedaza, las vidas de los protagonistas no serían lo que son. Éste es el tema central de la novela, el que reaparece, una y otra vez, como leimotiv, a lo largo de su tumultuosa peripecia: la indefensión del individuo frente a la historia, su fragilidad e impotencia cuando se ve atrapado en el remolino del ‘gran acontecimiento”, sentencia.
8- El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa
“Como en Lezama Lima, como en Alejo Carpentier, narradores barrocos que se le parecen porque también ellos construyeron unos mundos lierarios de belleza escultórica, emancipados de la corrosión temporal, en El Gatopardo la varita mágica que ejecuta aquella superchería mediante la cual la ficción adquiere fisonomía propia, un tiempo soberano distinto del cronológico, es el lenguaje”, reflexiona.
9- Opiniones de un payaso, Heinrich Böll
“Opiniones de un payaso, su novela más célebre, es un buen testimonio de esta sensibilidad social escrupulosa hasta la manía. Se trata de una ficción ideológica, o, como decían aún en la época en que apareció (1963), ‘comprometida’. La historia sirve de pretexto a un severísimo enjuiciamiento religioso y moral del catolicismo y de la sociedad burguesa en la Alemania Federal de la posguerra”, finaliza.
Fuente: Queleer
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