El futuro de los libros no es una página en blanco

Los libros digitales y los físicos van a reajustar sus mercados en los próximos años potenciando sus virtudes y perdiendo algunos defectos en los que se fija la competencia. La guerra está abierta.



Afirmar que los libros digitales van a matar al papel es como decir que la televisión se cargó a la radio. Hubo, indudablemente un momento de abismo, uno en el cual muchos, sobre todo editores, temieron por la salud del papel, pero eso ha quedado atrás. Actualmente vivimos otro «momento Gutenberg» en cuanto a la eficacia de distribución de contenidos con la ventaja de que éstos pueden ser transmitidos en dos formatos diferentes con notables ventajas uno sobre el otro. Es lógico que el mercado editorial viva (o sufra, según el punto de vista) un reajuste, pero lo mismo sucedió con la radio medio siglo atrás. Escribir sobre tecnología no siempre es hablar sobre lo último, también es señalar las posibilidades de reunir dos avances disponibles para hacer algo nuevo.

El futuro del e-book

Una de las primeras ventajas obvias de los libros electrónicos es que su nombre no es del todo justo, más valdría llamarlos bibliotecas electrónicas ya que en ellos caben hasta centenares de libros.

Muchos de ellos permiten subrayar párrafos, copiarlos y hasta enviarlos por correo. Poseen la ventaja, los que se conectan a la red, de rastrear las fuentes de determinado dato o abrir vínculos, algo de lo que las revistas sobre todo, comienzan a aprovecharse.

Pero tienen un defecto que genera varios problemas: se trata de una tecnología nueva (al contrario de lo que sucede con los smartphones, la televisión o los ordenadores que han sido aceptados por cerca de la mitad de la población mundial, en ese sentido es «nueva»). El primer defecto es que se trata de un dispositivo «entre generaciones»: los adultos aún percibimos que la tinta de las pantallas digitales es algo translúcida, nos cuesta concentrarnos en textos largos y nuestro cerebro ya está condicionado para ser multitareas y nos distraemos fácilmente cuando se trata de lecturas profundas en un e-book.

Y es que la irrupción de la televisión primero y de los smartphones después, nos ha acostumbrado a esperar de una pantalla una experiencia más dinámica e interactiva y la realidad es que, al menos por ahora, muy pocos libros digitales han sido concebidos, escritos y diseñados para este tipo de plataformas. La mayoría son directamente «traducciones», traslados de un formato a otro.

Pese al notable consuelo que representa para muchos de nosotros, tener entre los dedos una página de papel o acariciar el lomo de un libro mientras leemos, esto no puede ser tomado como una experiencia táctil de lectura, por lo tanto, en el papel, la lectura es una experiencia exclusivamente visual (casi siempre, aunque hay excepciones que veremos más tarde).

Pero los e-books pueden apelar a otros sentidos, como el oído o el tacto (lo del gusto y el olfato llegará más tarde también). Gafas de realidad aumentada, por ejemplo, pueden llevar a otro nivel aquellas viejas lentes rojas que, a los de cierta edad, nos permitían ver objetos móviles o en tres dimensiones en los libros de papel. Lo principal es apostar por el libro electrónico como un nuevo formato, como si no conociéramos el papel y todas las opciones y posibilidades de esta tecnología estuvieran abiertas. Disponibles están.

Tendencias

El mercado editorial va a cambiar, indudablemente. Y las editoriales que no sepan adaptarse sufrirán el mismo destino que las discográficas que han ignorado a iTunes o a Spotify.

La autoedición, apoyada por la irrupción del micromecenazgo (crowdfunding), generará mucho contenido. Las editoriales deberían centrarse en detectar nuevos talentos en este ámbito. La ventaja es que pueden hacerlo desde diferentes sitios y etapas: recomendando simplemente un libro (por un porcentaje mínimo) o realizando ediciones digitales (por un poco más).

Los editores se convertirán en una figura que saca partido al libro más allá de sus páginas, llevando la vida on-line del libro, promoviendo conferencias del autor, lecturas en diferentes ámbitos, etc.... El rol del papel será casi de colección y se aprovechará de la calidad y las prestaciones que puede ofrecer para hacer piezas cuidadas que queramos no sólo leer, sino también tener.

Quienes autopubliquen en e-book podrán comprar los servicios de las casas editoriales por módulos: sólo la prensa, la edición en papel, la distribución, traducciones...El e-book detectará qué libros nos gustan (tiempo de lectura, atención a los detalles, etc) y descargará, de forma gratuita, primeros capítulos de libros sugeridos de acuerdo a nuestros gustos. También recurrirá al uso de periféricos para aumentar la experiencia de lectura.

¿Libros para devorar?

Un estudio reciente realizado por la universidad sueca de Karlstad destaca dos factores muy interesantes en la comparación papel versus digital: para los estudiantes es más fácil concentrarse y retienen los conocimientos más rápidamente si recurren al primero.

Por otro lado el papel tiene una ventaja que (nunca diremos jamás, sino por ahora) la pantalla no tiene: el volumen. Esos bellísimos libros infantiles sobre todo, con troquelados y texturas, no se pueden conseguir en digital. Pero se queda en el sector infantil y como mucho invade el terreno del diseño. Pero nada más. El papel desaprovecha en gran medida esta capacidad única desestimando olores y sabores también. Todos hemos despegado esas publicidades en revistas que nos permiten oler un perfume de nuevo lanzamiento. Y puede resultar un sacrilegio romper un libro...pero y si este fuera comestible, si las páginas fueran de arroz y azúcar y si la tinta fuera una solución de diferentes especies... Sería un libro para devorar. Literalmente. Algo que tampoco es posible con un e-book.

Esto no quiere decir que todos los libros deban ser comestibles pero sí deben convertirse en piezas cuidadas que den un valor extra que el libro electrónico no consigue.

Fuente: La Razón de España


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