Historias de vida. Directora de la biblioteca que funciona en el club, un paraíso con 13 mil libros, María del Valle Calvimonte les lee a los chicos de La Boca.
Algo más que el cemento vibra a la hora del partido: los estantes que sostienen unos 13 mil libros. Es que la Bombonera esconde el paraíso menos conocido, la Biblioteca Juan Bautista Alberdi, ubicada dentro del Departamento de Cultura, en el primer piso.
La dama que les lee cuentos a los chicos del barrio, la misma que alguna vez dio la vuelta olímpica junto a Carlos Bianchi, tiene su modo de contar “campeonatos, estrellas y títulos”. Directora de este oasis de letras, María del Valle Calvimonte se jacta de tesoros como textos de 1870 y hasta ejemplares rusos. “Pensar que de niña nunca tuve un libro para estudiar y los pedía prestados”, deduce. “La vida te recompensa. Ahora vivo rodeada de ellos”.
Su misión como bibliotecaria parece invisible frente a la hegemonía del fútbol. Séptima de 13 hermanos, cuenta que su padre, alambrador, Don Honorio, “no tenía nada pero tenía la palabra y la transmitió”: “Vengo de un pañuelito pequeño y perdido en medio de la soja, el trigo y el maíz, Bouquet, Santa Fe, tierra del arquero Roberto Abbondanzieri. Caí en La Bombonera para encontrar mi lugar en el mundo y tejer lazos indestructibles con estos colores de los que en casa éramos hinchas”, explica mientras un batallón de bajitos de la era de la tablet acaricia las páginas como un descubrimiento.
“Mi vida transcurría marcada por el campo, la tierra mojada, la yegüita puro relincho, las tortas fritas, el pan casero recién salido del horno de barro, las manos de mi mamá hundidas en la harina mientras le rezaba a Tata Dios. El estudio me hizo llegar a lugares impensados y eso busco contagiarles a los chicos de la República de La Boca.”
Apenas un día de ausencia en su currículum escolar, varios picados de potrero (jugados con sus hermanos), un diploma de maestra y un pasado como docente rural. Obsesionada con la promoción de la lectura, Del Valle recorría su pueblo en sulky, en bicicleta o camioneta y lo documentaba como podía. Dos décadas atrás, ganó un concurso y pisó Buenos Aires por primera vez. Becada para la carrera de Bibliotecología en La Plata, eligió La Boca para sus prácticas estudiantiles, y del resto se encargó el destino.
La biblioteca -que el 12 de junio cumplirá 83 años- funcionó primero en dependencias del viejo estadio de madera. En 1935 se trasladó a la sede de Almirante Brown 965, y en los ochenta regresó a Brandsen 805. Hoy recibe donaciones y a lectores voraces o cazadores de perlas bibliográficas, a quienes en minutos se les tramita el carnet de socios. Las visitas llegan desde todo el mundo, lo mismo que las donaciones desde los puntos más recónditos. La última, una perla recibida desde Moscú: un libro de cuentos rusos traducidos al castellano.
Con una década de trabajo en el club, Del Valle también lleva adelante actividades con contingentes del interior y con pacientes del Hospital Borda: “Muchos pacientes tienen el alma en carne viva y cuando vienen acompañados de un coordinador, nos sentamos a leerles. Enseguida algo inexplicable pasa. La lectura es milagrosamente sanadora”, se emociona.
“En casa había que correr la cama porque cuando llovía, nos llovía en la cabeza, pero mi padre nos metió eso del estudio como único modo de salir. Miles de personas no saben que en Boca Juniors hay un espacio así, creen que un club gira en torno a una pelota nomás. Muchos chicos podrían estar en situación de calle, pero pasan sus horas tirados de panza leyendo y con un sentido de pertenencia. Ocupan su tiempo en leer. Acá adentro se los modifica. Se los hace más libres. Enseñarle a un chico es transformarlo para toda la vida. Y yo me enorgullezco, porque las familias de La Boca aprendieron a respetar los libros, devuelven el material en tiempo y forma, y lo cuidan como a tesoros.”
En su obsesión letromaníaca, la santafesina obtuvo algunas otras recompensas: “Yo nunca había viajado en avión y Boca Juniors me abrió las puertas del mundo. Un tiempo atrás viajé a Brasil a disertar y a contar la experiencia de lectura del club para el centenario del Club Atlético Mineiro”, detalla.
Autora de un libro sobre la localidad de Tulumba, en Córdoba, mientras sigue con su cruzada para que las pintorescas casitas de La Boca se llenen de textos circulantes, María ruega que ante el proyecto de jubilación del estadio Alberto J. Armando, no muden su “edén”. Y le repite su lema a cuanto vecino se le cruce: “Hay libros que nos aparecen mágicamente y uno debería ponerse a pensar por qué. Si un libro se queda con vos, algo tendrá que hacer en tu vida”.
Fuente: Clarín
Véase además:
Club Atlético Boca Juniors
“Mi padre no tenía nada pero tenía la palabra y la transmitió”, dice María del Valle.(Mario Quinteros). |
Algo más que el cemento vibra a la hora del partido: los estantes que sostienen unos 13 mil libros. Es que la Bombonera esconde el paraíso menos conocido, la Biblioteca Juan Bautista Alberdi, ubicada dentro del Departamento de Cultura, en el primer piso.
La dama que les lee cuentos a los chicos del barrio, la misma que alguna vez dio la vuelta olímpica junto a Carlos Bianchi, tiene su modo de contar “campeonatos, estrellas y títulos”. Directora de este oasis de letras, María del Valle Calvimonte se jacta de tesoros como textos de 1870 y hasta ejemplares rusos. “Pensar que de niña nunca tuve un libro para estudiar y los pedía prestados”, deduce. “La vida te recompensa. Ahora vivo rodeada de ellos”.
Su misión como bibliotecaria parece invisible frente a la hegemonía del fútbol. Séptima de 13 hermanos, cuenta que su padre, alambrador, Don Honorio, “no tenía nada pero tenía la palabra y la transmitió”: “Vengo de un pañuelito pequeño y perdido en medio de la soja, el trigo y el maíz, Bouquet, Santa Fe, tierra del arquero Roberto Abbondanzieri. Caí en La Bombonera para encontrar mi lugar en el mundo y tejer lazos indestructibles con estos colores de los que en casa éramos hinchas”, explica mientras un batallón de bajitos de la era de la tablet acaricia las páginas como un descubrimiento.
Apenas un día de ausencia en su currículum escolar, varios picados de potrero (jugados con sus hermanos), un diploma de maestra y un pasado como docente rural. Obsesionada con la promoción de la lectura, Del Valle recorría su pueblo en sulky, en bicicleta o camioneta y lo documentaba como podía. Dos décadas atrás, ganó un concurso y pisó Buenos Aires por primera vez. Becada para la carrera de Bibliotecología en La Plata, eligió La Boca para sus prácticas estudiantiles, y del resto se encargó el destino.
La biblioteca -que el 12 de junio cumplirá 83 años- funcionó primero en dependencias del viejo estadio de madera. En 1935 se trasladó a la sede de Almirante Brown 965, y en los ochenta regresó a Brandsen 805. Hoy recibe donaciones y a lectores voraces o cazadores de perlas bibliográficas, a quienes en minutos se les tramita el carnet de socios. Las visitas llegan desde todo el mundo, lo mismo que las donaciones desde los puntos más recónditos. La última, una perla recibida desde Moscú: un libro de cuentos rusos traducidos al castellano.
Con una década de trabajo en el club, Del Valle también lleva adelante actividades con contingentes del interior y con pacientes del Hospital Borda: “Muchos pacientes tienen el alma en carne viva y cuando vienen acompañados de un coordinador, nos sentamos a leerles. Enseguida algo inexplicable pasa. La lectura es milagrosamente sanadora”, se emociona.
“En casa había que correr la cama porque cuando llovía, nos llovía en la cabeza, pero mi padre nos metió eso del estudio como único modo de salir. Miles de personas no saben que en Boca Juniors hay un espacio así, creen que un club gira en torno a una pelota nomás. Muchos chicos podrían estar en situación de calle, pero pasan sus horas tirados de panza leyendo y con un sentido de pertenencia. Ocupan su tiempo en leer. Acá adentro se los modifica. Se los hace más libres. Enseñarle a un chico es transformarlo para toda la vida. Y yo me enorgullezco, porque las familias de La Boca aprendieron a respetar los libros, devuelven el material en tiempo y forma, y lo cuidan como a tesoros.”
En su obsesión letromaníaca, la santafesina obtuvo algunas otras recompensas: “Yo nunca había viajado en avión y Boca Juniors me abrió las puertas del mundo. Un tiempo atrás viajé a Brasil a disertar y a contar la experiencia de lectura del club para el centenario del Club Atlético Mineiro”, detalla.
Autora de un libro sobre la localidad de Tulumba, en Córdoba, mientras sigue con su cruzada para que las pintorescas casitas de La Boca se llenen de textos circulantes, María ruega que ante el proyecto de jubilación del estadio Alberto J. Armando, no muden su “edén”. Y le repite su lema a cuanto vecino se le cruce: “Hay libros que nos aparecen mágicamente y uno debería ponerse a pensar por qué. Si un libro se queda con vos, algo tendrá que hacer en tu vida”.
Fuente: Clarín
Véase además:
Club Atlético Boca Juniors
Hola muy linda la nota sobre la bibliotecaria, soy bibliotecaria profesional y estudie en el instituto 8 de La Plata, y conoci una bibliotecaria, que trabajaba en el Club Boca Juniors, nos recibimos en el 2000, los tiempos no parecen coincidir, pero hasta su nombre me parece familiar. De todos modos le envio un afectuoso saludo desde Esquel.
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