Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 en el seno de una familia acomodada y de hondas raíces históricas y literarias. Falleció el 14 de junio de 1986 en Ginebra (Suiza).
Por: Guillermo C. Elías (*)
Maestro Bibliotecario
El parnaso de la literatura, al igual que en las otras artes, es ocupado siempre por unos pocos elegidos. Elección que nunca resulta de la casualidad o de la propaganda mediática, sino del consentimiento y reconocimiento de su justo valor, dado por las sucesivas generaciones, que al leerlo y estimarlo le prodigan una vigencia que rompe las barreras del tiempo y del espacio. Esta elección también está librada al azar, pues si una generación deja de considerarlo importante, esa regla que lo sustenta se rompe y los lectores, como en muchos otros casos de autores, otrora importantes, acceden a los textos no ya como una experiencia vigente, sino casi como un encuentro museológico.
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 en el seno de una familia acomodada y de hondas raíces históricas y literarias. Es decir que se cernía ya en su cuna el determinismo propicio para que desde muy temprana edad se viera atraído a las letras.
Podría sustentar su importancia solo leyendo su biografía, plagada de hechos y acciones que ameritan por si solos el merecido reconocimiento literario.
Pero a Borges no podemos reducirlo a una mera biografía, su obra es la que habla por sí sola, capta la más íntima fibra humana, adentrándose en los caminos de lo real, lo infinito, la metafísica, la filosofía, el tiempo, el amor, la validez del espacio y el tiempo, los espejos, los laberintos, la vida misma está plasmada en sus textos. Tanto como Gilgamesh, el más antiguo poema épico de la humanidad, que canta las peripecias de un hombre en busca de la inmortalidad y que hoy sigue cobrando sentido en las almas humanas.
No es fortuito que su amigo y compañero de tareas en la Biblioteca Nacional, José Edmundo Clemente reconozca en Borges al creador de un estilo nuevo, un estilo personal, particular, en definitiva un gran escritor.
En Sevilla y Madrid participó del movimiento ultraísta, y más allá de su formación europeísta, supo amoldar su estilo refinándolo desde el manejo del léxico patrio para abordar temáticamente el ámbito del barrio, la ciudad y la cultura argentina.
El crítico Literario Charles Augustin Sainte-Beuve propone estudiar al autor desde el punto de vista fisiológico, psicológico y sociológico. Borges en la condición hereditaria de su paulatina ceguera, merece una particular mención, no la sentía como una discapacidad, la disimulaba hábilmente ante sus interlocutores. Por el contrario le permitió incrementar sus otros sentidos, y percibir una visión distinta de la vida a la que estamos sujetos el resto de los individuos. La ceguera en él fue una cualidad debidamente aprovechada y plasmada en sus hechos literarios.
La crítica internacional lo considera uno de los autores más destacados del siglo XX. Merecedor de muchos galardones, fue candidato al Nobel de Literatura, premio al que no accedió. Podríamos conjeturar hoy con el paso del tiempo, que el Nobel se perdió a Borges.
Más aún, la generación contemporánea y las nuevas generaciones, le merecen el más alto reconocimiento, hecho que fundamenta una ley propia de los que se convierten en clásicos, para Borges hoy y siempre “La muerte es una falacia”.
(*) Guillermo Elías
Es profesor en Enseñanza Primaria, Bibliotecario Nacional y Locutor Nacional de Radio y TV. Actualmente se desempeña como Maestro Bibliotecario del Colegio Champagnat y de la Escuela Nº 1 DE 1º “Juan José Castelli” y es profesor de las Cátedras de “Psicología, Estética y Formación del Lector” e “Historia del Libro y de las Bibliotecas” en la Escuela Nacional de Bibliotecarios de la Biblioteca Nacional y de “Psicología del Lector” en el IFTS Instituto de Formación Técnica (Bibliotecología) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Por: Guillermo C. Elías (*)
Maestro Bibliotecario
El parnaso de la literatura, al igual que en las otras artes, es ocupado siempre por unos pocos elegidos. Elección que nunca resulta de la casualidad o de la propaganda mediática, sino del consentimiento y reconocimiento de su justo valor, dado por las sucesivas generaciones, que al leerlo y estimarlo le prodigan una vigencia que rompe las barreras del tiempo y del espacio. Esta elección también está librada al azar, pues si una generación deja de considerarlo importante, esa regla que lo sustenta se rompe y los lectores, como en muchos otros casos de autores, otrora importantes, acceden a los textos no ya como una experiencia vigente, sino casi como un encuentro museológico.
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 en el seno de una familia acomodada y de hondas raíces históricas y literarias. Es decir que se cernía ya en su cuna el determinismo propicio para que desde muy temprana edad se viera atraído a las letras.
Podría sustentar su importancia solo leyendo su biografía, plagada de hechos y acciones que ameritan por si solos el merecido reconocimiento literario.
Pero a Borges no podemos reducirlo a una mera biografía, su obra es la que habla por sí sola, capta la más íntima fibra humana, adentrándose en los caminos de lo real, lo infinito, la metafísica, la filosofía, el tiempo, el amor, la validez del espacio y el tiempo, los espejos, los laberintos, la vida misma está plasmada en sus textos. Tanto como Gilgamesh, el más antiguo poema épico de la humanidad, que canta las peripecias de un hombre en busca de la inmortalidad y que hoy sigue cobrando sentido en las almas humanas.
No es fortuito que su amigo y compañero de tareas en la Biblioteca Nacional, José Edmundo Clemente reconozca en Borges al creador de un estilo nuevo, un estilo personal, particular, en definitiva un gran escritor.
En Sevilla y Madrid participó del movimiento ultraísta, y más allá de su formación europeísta, supo amoldar su estilo refinándolo desde el manejo del léxico patrio para abordar temáticamente el ámbito del barrio, la ciudad y la cultura argentina.
El crítico Literario Charles Augustin Sainte-Beuve propone estudiar al autor desde el punto de vista fisiológico, psicológico y sociológico. Borges en la condición hereditaria de su paulatina ceguera, merece una particular mención, no la sentía como una discapacidad, la disimulaba hábilmente ante sus interlocutores. Por el contrario le permitió incrementar sus otros sentidos, y percibir una visión distinta de la vida a la que estamos sujetos el resto de los individuos. La ceguera en él fue una cualidad debidamente aprovechada y plasmada en sus hechos literarios.
La crítica internacional lo considera uno de los autores más destacados del siglo XX. Merecedor de muchos galardones, fue candidato al Nobel de Literatura, premio al que no accedió. Podríamos conjeturar hoy con el paso del tiempo, que el Nobel se perdió a Borges.
Más aún, la generación contemporánea y las nuevas generaciones, le merecen el más alto reconocimiento, hecho que fundamenta una ley propia de los que se convierten en clásicos, para Borges hoy y siempre “La muerte es una falacia”.
(*) Guillermo Elías
Es profesor en Enseñanza Primaria, Bibliotecario Nacional y Locutor Nacional de Radio y TV. Actualmente se desempeña como Maestro Bibliotecario del Colegio Champagnat y de la Escuela Nº 1 DE 1º “Juan José Castelli” y es profesor de las Cátedras de “Psicología, Estética y Formación del Lector” e “Historia del Libro y de las Bibliotecas” en la Escuela Nacional de Bibliotecarios de la Biblioteca Nacional y de “Psicología del Lector” en el IFTS Instituto de Formación Técnica (Bibliotecología) del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Me parece que Luis Borges es un importante escritor
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