Cartonero con local a la calle

José Luis Lotocki: vende, canjea o regala todo lo que rescata de la basura. “Los nietos tiran cosas y así tengo primeras ediciones de libros”, cuenta.

José Luis Lotocki y Paula Jufré en Recuperador Urbano, el local donde va a parar todo lo que la gente tira. Foto: Andrés D`Elia


A simple vista no parece un negocio pretencioso, pero lo es. Tiene más fondo ideológico que de comercio, aunque su dueño lo haga pasar por un lugar naif. Le iría cien veces mejor vendiendo bulones, pero siempre hay un pero y el suyo fue convertirse en cartonero con local a la calle.

¿Existirá algo parecido? Queda sobre la calle Tacuarí al 900 y se llama Recuperador Urbano. Pudoroso el dueño, podría haberle puesto su nombre: José Luis Lotocki.

“Todo lo que está acá viene de la basura”, dice. Excéntrica y siempre animada, esta gente es buena por naturaleza.

No está solo. Trabaja con Paula Jofré, jovencísima que sabe lo que es pelear con ejércitos de ácaros (¡y sin barbijo!).

Advierten que es fácil confundir su recuperación urbana con la imagen de cualquier librería de viejo. Pero si indagamos en la obra –como diría un crítico literario obediente–, casi nada es lo que parece.

Los libros que vemos acá y allá fueron basura y José Luis tiene la respuesta exacta. “Son los nietos los que tiran cosas. Ni siquiera los hijos. Los nietos son los parientes más desprendidos que existen. Fotos, cuadernos, libros, lo que sea”.

Encantadora teoría.

“Es como desprenderse del abuelo. Lo importante es desocupar la casa. Gracias a eso tengo muchas primeras ediciones”.

Recuperador urbano; es decir, cartonero. O ciruja. “Como prefieran”, sonríe. “Hace más de 15 años que estoy trabajando con cartoneros. Ya somos amigos y ellos saben lo importante que son para mí los libros, las revistas, las colecciones de figuritas, las fotografías. El papel en general. Yo soy médico, nada que ver con esto. Te voy a ser sincero y te pido que no me psicoanalices: me cuesta mucho soltar. Vengo de una familia donde todo se reciclaba y nada, pero nada, se tiraba”.

Dice que en 2001 el escenario cambió y ya no hubo más papel en la Ciudad. Familias enteras se convirtieron en recolectoras. “Yo venía de antes con esto y me di cuenta que ese año empezó una competencia, entre comillas. Que mucha gente cartoneaba por necesidad. No era mi caso. Siempre viví de la medicina. Ese año entendí el brusco descenso social y me conecté con una cooperativa. Les pedí que los libros no se vendieran por separado. El papel tenía un precio y las tapas, otro. A mí me interesaba el libro entero. La idea de este local nace de un ejemplar de La razón de mi vida, de Eva Perón, que encontré tirado. Una primera edición. Ese libro fue el comienzo”.

Por lo visto, el cartón tiene otras existencias públicas además de Eloísa Cartonera y su promocionada editorial cooltureta.

José Luis, tan discreto como apasionado, hizo de la basura una empresa de cosas raras donde conviven libros, fotos, revistas, zepelines y etcéteras acartonados que –shhh, entre nosotros– se venden a un precio indefinido donde vale el regateo, sobre todo cuando esta él. Paula, cómo decirlo, Paula es más constante con la moneda. El te puede regalar lo que sea. Si ve que no te alcanza la plata dice que te lo lleves y vos gracias, un millón de gracias José Luis.

Usados, agotados, raros, perdidos, reencontrados. La ruta del dinero JL (José Luis) no resiste el menor análisis. Vende, cambia, regala. Depende. “Básicamente necesito cartonear. No puedo estar un día sin hacerlo. Buscar libros, rearmar epistolarios como si fueran rompecabezas, juntar fotos viejas. Fotos de trenes, de costumbres argentinas, de paisajes. ¿Me creés si te digo que yo me encontré entre la basura? Fue muy fuerte. Una foto de los años sesenta en Mendoza con otros médicos”.

Del barro venimos y al barro vamos.

Paula cuenta que el otro día se apareció por acá la hermana de la Xipolitakis.

¿Una aparición? ¿Una visión? “¡No! Vino la hermana de Vicky, Stefy, y se llevó un llavero”. Claro, entre las páginas de los libros se encuentran objetos impensados y afines al coleccionismo.

¡Stefy Xipolitakis colecciona llaveros!

Paula nos habla del libro que vino con un montonazo de plata... de australes (“Ufa”). Durán Barba es otro habitué: colecciona las revistas Todo es Historia, de Félix Luna.

Fiel representante de una ecología urbana y enciclopédica, José Luis entiende que lo suyo es un eslabón perdido entre la recolección y el reciclado.

“Ahora ando separando todo el material que tenga que ver con Perón. Fotos de Perón, el Libro Negro de la Segunda Tiranía. Textos a favor, en contra, los libros de texto inconseguibles donde había una educación escolar peronista... Es para un local nuevo que se va llamar Recuperando a Perón y a Evita. ¿Te aviso cuando abra?”

Texto de Hernán Firpo
Fuente: Clarín

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