Emma Cline, joven autora estadounidense, publicó su primera novela. Las chicas, basada en la Familia Manson, llegó a la Argentina editado por Anagrama, y a nosotros por cortesía de Riverside Agency. El éxito del verano en Estados Unidos arrasa con las ventas y abre las puertas de la fama internacional para Emma.
Por: Morena Fournier
La adolescencia, los conflictos que acarrean las adolescentes y los traumas que conllevan son quizás algunos de los temas más recurrentes en las novelas. Es común encontrarse una y otra vez con las mismas ideas y distintos nombres, conflictos paternos y amores difíciles. Pero Las chicas, si bien también entran dentro de este grupo, es algo completamente diferente. Los derechos de traducción fueron muy codiciados y adquiridos por una suma altísima, dejando una estela de fama mayor de la que ya tenía la autora y la obra en sí.
La primera novela de Emma Cline dejó satisfechos a muchos críticos, y fue un éxito. Merecido éxito, puesto que la autora, basándose en una historia tan famosa e importante en los Estados Unidos, como es el caso Charles Manson, logró separarse de la historia real y convertirla solo en una herramienta para reflexionar sobre otro tipo de conflicto: el valor de las mujeres en función de la mirada del hombre, el momento en el que te encontras esforzándote por caerle bien a la gente sin saber realmente por qué, la rebeldía como consecuencia de la falta absoluta de interés parental, el choque contra un sistema que como mujer te cosifica y las consecuencias psicológicas y físicas que eso conlleva.
Para esto, Cline crea un personaje, Evie, narradora de su historia y su pasaje temporal por la secta de Russell (sujeto oscuro, manipulador, profeta del amor y horrible ser humano) siendo una adolescente enojada y perdida. Evie, ahora una adulta madura, estática y melancólica, cuida la casa de un amigo en la costa. Allí, por casualidad, termina conviviendo temporalmente con el hijo y la novia de su amigo, una pareja muy joven. Pero Evie carga con la cruz de esa secta, culpables del homicidio de unas cuantas personas ea finales de los años sesenta, y con recuerdos que no deja de revolver.
Pero Evie es un personaje observador, lo cual se refleja es su actitud casi pasiva en todo momento. Como consecuencia de esto, la novela es completamente sensorial: los olores, los colores, la sensación del viento y el calor. Los gestos, las miradas y las actitudes de las personas que la rodean hacen a la historia. Esto te permite entrar en el relato casi como un testigo más de los hechos, y por ende, cómplice.
Uno de los recursos que utiliza Emma Cline para llevarte hasta el final es el hecho de que Evie no fue parte de los homicidios que hicieron famosa la secta de Russell, pero no se sabe exactamente por qué. Y es que los dos planos, presente y pasado, se narran en paralelo. La Evie adulta cuenta y analiza desde la madurez y la crítica, su difícil adolescencia, la conflictiva relación con sus padres, su ingreso casi inevitable en la secta, y la estructura social que la rodeaba y la empujó (a ella y a muchas otras chicas) a dejarse llevar por las manipulaciones de Russell. No se juzga ni a ella misma ni a los demás personajes con ojo acusador sino comprensivo: en una sociedad donde una es educada para servir y agradar, donde su cuerpo debe ser separado de sus sentimientos porque es una herramienta para complacer a otros, donde una solo es mujer de verdad si cumple con una serie de reglas y características homogéneas, era de esperarse que la mayoría de los miembros ciegos e hipnotizados de la secta sean mujeres. Chicas adolescentes criadas en familias problemáticas, a veces víctimas de violencia, incomprendidas y desvalorizadas, con hambre de amor.
Sin embargo, los sentimientos de Evie hacia su pasado son confusos: el hecho de ser siempre un mero testigo la hace preguntarse cómo nunca es protagonista. Los recuerdos, de los que jamás se libera, la tiene atada: el pasado no la suelta y marca el resto de sus pasos. Evie se tambalea sobre una duda terrible: qué tan arrepentida está de los sucedido y qué tan bueno fue, finalmente, ser solo observadora. Esto vuelve a Evie una heroína gris, triste y querible al mismo tiempo.
Se trata de una novela adolescente, pero también se trata de una mirada crítica y feminista de la realidad. Emma Cline supo hacer algo más con la típica trama, supo tomar un crimen verídico como herramienta para crear algo mejor que el morboso hecho en sí mismo, y convertir al lector en testigo de algo más que drogas, hippismo y new age. Si se encuentran con Las chicas, no sigan de largo.
Por: Morena Fournier
La adolescencia, los conflictos que acarrean las adolescentes y los traumas que conllevan son quizás algunos de los temas más recurrentes en las novelas. Es común encontrarse una y otra vez con las mismas ideas y distintos nombres, conflictos paternos y amores difíciles. Pero Las chicas, si bien también entran dentro de este grupo, es algo completamente diferente. Los derechos de traducción fueron muy codiciados y adquiridos por una suma altísima, dejando una estela de fama mayor de la que ya tenía la autora y la obra en sí.
La primera novela de Emma Cline dejó satisfechos a muchos críticos, y fue un éxito. Merecido éxito, puesto que la autora, basándose en una historia tan famosa e importante en los Estados Unidos, como es el caso Charles Manson, logró separarse de la historia real y convertirla solo en una herramienta para reflexionar sobre otro tipo de conflicto: el valor de las mujeres en función de la mirada del hombre, el momento en el que te encontras esforzándote por caerle bien a la gente sin saber realmente por qué, la rebeldía como consecuencia de la falta absoluta de interés parental, el choque contra un sistema que como mujer te cosifica y las consecuencias psicológicas y físicas que eso conlleva.
Las chicas de la Familia Manson |
Para esto, Cline crea un personaje, Evie, narradora de su historia y su pasaje temporal por la secta de Russell (sujeto oscuro, manipulador, profeta del amor y horrible ser humano) siendo una adolescente enojada y perdida. Evie, ahora una adulta madura, estática y melancólica, cuida la casa de un amigo en la costa. Allí, por casualidad, termina conviviendo temporalmente con el hijo y la novia de su amigo, una pareja muy joven. Pero Evie carga con la cruz de esa secta, culpables del homicidio de unas cuantas personas ea finales de los años sesenta, y con recuerdos que no deja de revolver.
Pero Evie es un personaje observador, lo cual se refleja es su actitud casi pasiva en todo momento. Como consecuencia de esto, la novela es completamente sensorial: los olores, los colores, la sensación del viento y el calor. Los gestos, las miradas y las actitudes de las personas que la rodean hacen a la historia. Esto te permite entrar en el relato casi como un testigo más de los hechos, y por ende, cómplice.
Uno de los recursos que utiliza Emma Cline para llevarte hasta el final es el hecho de que Evie no fue parte de los homicidios que hicieron famosa la secta de Russell, pero no se sabe exactamente por qué. Y es que los dos planos, presente y pasado, se narran en paralelo. La Evie adulta cuenta y analiza desde la madurez y la crítica, su difícil adolescencia, la conflictiva relación con sus padres, su ingreso casi inevitable en la secta, y la estructura social que la rodeaba y la empujó (a ella y a muchas otras chicas) a dejarse llevar por las manipulaciones de Russell. No se juzga ni a ella misma ni a los demás personajes con ojo acusador sino comprensivo: en una sociedad donde una es educada para servir y agradar, donde su cuerpo debe ser separado de sus sentimientos porque es una herramienta para complacer a otros, donde una solo es mujer de verdad si cumple con una serie de reglas y características homogéneas, era de esperarse que la mayoría de los miembros ciegos e hipnotizados de la secta sean mujeres. Chicas adolescentes criadas en familias problemáticas, a veces víctimas de violencia, incomprendidas y desvalorizadas, con hambre de amor.
Sin embargo, los sentimientos de Evie hacia su pasado son confusos: el hecho de ser siempre un mero testigo la hace preguntarse cómo nunca es protagonista. Los recuerdos, de los que jamás se libera, la tiene atada: el pasado no la suelta y marca el resto de sus pasos. Evie se tambalea sobre una duda terrible: qué tan arrepentida está de los sucedido y qué tan bueno fue, finalmente, ser solo observadora. Esto vuelve a Evie una heroína gris, triste y querible al mismo tiempo.
Se trata de una novela adolescente, pero también se trata de una mirada crítica y feminista de la realidad. Emma Cline supo hacer algo más con la típica trama, supo tomar un crimen verídico como herramienta para crear algo mejor que el morboso hecho en sí mismo, y convertir al lector en testigo de algo más que drogas, hippismo y new age. Si se encuentran con Las chicas, no sigan de largo.
Sobre la autora
Emma Cline (Sonoma, 1989) es licenciada en Bellas Artes, y cursó un máster en escritura creativa en la Universidad de Columbia. Ha trabajado como lectora para The New Yorker y ha publicado textos de ficción en revistas como Tin House o The Paris Review, que en 2014 la consideró merecedora de su Plimpton Prize. Las chicas, su primera novela, llega precedida de un murmullo de expectación internacional: los derechos de traducción se han vendido en treinta y cinco países, y el reputado productor Scott Rudin planea adaptarla a la gran pantalla.
Véase además:
Comentarios
Publicar un comentario