Los vecinos sacan sus libros a la calle para que los demás los lean y, si es posible, los devuelvan. Una tendencia que crece...
A principios de 2009 en Wisconsin, Estados Unidos, un hombre llamado Todd Bol construyó una biblioteca miniatura como tributo a su madre, una profesora que disfrutaba mucho de la lectura, y la instaló en la entrada de su casa. Bol buscaba esparcir el amor de su familia por la literatura con sus vecinos mediante un sistema de “llévate un libro y deja otro”. Años más tarde esta costumbre de bibliotecas al paso ha viajado por todo el mundo, adoptando distintos formatos y hoy en día se va acomodando lentamente en los distintos barrios de nuestro país.
En la Plaza Emilio Mitre, la gente de Maschwitz, impulsados por el vecino Jorge Croce, inauguraron una bibliocabina. Una caseta telefónica antigua restaurada que permite a la gente llevarse libros de forma gratuita, siempre y cuando los devuelvan. Aquellos que estén interesados pueden acceder a la llave de la cabina (que suele permanecer cerrada por temas de seguridad), en una cerrajería del barrio. Esta bibliocabina cuenta con más de 200 títulos para grandes y chicos y un sistema de cinco pasos a seguir muy simple: entrar, elegir, leer, devolver y compartir. Hoy por hoy la bibliocabina tiene una comunidad de aproximadamente cinco mil seguidores en Facebook y se está realizando una búsqueda de padrinos para la misma; es decir, gente que esté dispuesta a ayudar con el cuidado y el mantenimiento tanto de la biblioteca como de los libros.
En otros casos, las municipalidades también se ofrecieron a ayudar. El centro cultural Ciudad Activa de Martínez, en conjunto con radios y portales de noticias de la zona, creó las “bibliotecas solidarias” donde los vecinos pueden llevarse libros y a su vez dejar algunos que tengan en sus casas. Están ubicadas en distintos locales del municipio con la intención de promover e incentivar los vínculos culturales entre los vecinos y los distintos miembros de la comunidad. Para aquellos que estén interesados saber qué locales se han adherido a la propuesta, la información está disponible en la página de Facebook de Ciudad Activa.
En Parque Chas también surgió una movida similar, impulsada por Inés Kreplak que opina: “Esto es una acción para la comunidad que está bueno que se difunda para que se replique. La lectura es fundamental para formarnos como seres sociales: el arte nos ayuda a ser más creativos, imaginativos y más empáticos. Estoy convencida de que ser parte activa de una comunidad y generar lazos entre los vecinos da sí o sí buenos resultados. Será un proceso largo, quizás un poco utópico, pero la biblioteca al paso no es un fenómeno aislado”.
Lo más interesante del caso de Inés es que los vecinos se han adecuado rápidamente a la biblioteca; “Es maravillosa la colaboración de los vecinos, la solidaridad, la buena recepción, los lindos comentarios que hacen. Cuando llueve hay un vecino que la recubre con un nylon. Muchos escritores han venido personalmente a donar sus libros para la biblioteca. Veo padres e hijos venirse en bici, agarrar un libro e ir a la plaza a leerlo. El otro día pasé caminando y encontré a una nena leyéndole un cuento en voz alta a su hermanita, las dos sentadas en el cordón”.
Inés finalmente aconseja que para estos proyectos lo mejor que pueden hacer es asociarlo a instituciones, escuelas, bibliotecas de la zona o hasta grupos de vecinos “que sea parte de una comunidad específica y no se cargue a una sola persona con toda la responsabilidad del proyecto”.
El caso de Roberta Pedroncini en Boulogne, San Isidro, sin embargo, es más liberal. “Siempre tuve muchos libros a mi alcance y, durante décadas, fui súper celosa de mis libros, no me gustaba prestarlos porque eran (y siguen siendo) un tesoro para mí. A los 50 me planteé si estaba bien “encanutar” y me propuse prestarlos. Pero la cosa era prestarlos confiando por default en la gente. Confiar en que la gente apoya este tipo de proyectos y por lo tanto los iba a devolver. No pedir nombre ni firma, ni nada. Sólo confiar en la gente. Este es uno de los aspectos que más felicidad me da de este proyecto”.
Así fue como un 9 de Julio ella decidió instalar en la puerta de su casa una biblioteca que esté disponible los fines de semana para aquellos que estén buscando nuevas lecturas, con un objetivo claro en mente: “Transmitir a los demás el gusto por la lectura. Jamás podés aburrirte si tenés un buen libro a mano. Y para los más jóvenes, creo que la lectura ayuda a que se mantengan lejos de malas elecciones. También lo encaro como un servicio a mi barrio, yo vivo en la localidad de Boulogne Sur Mer, en un barrio en el que no hay ningún centro cultural municipal ni biblioteca municipal a menos de 25 o 30 cuadras”. Actualmente, Roberta trabaja en lograr que su biblioteca sea más popular; “Ahora mi desafío es tener un canal de comunicación con los lectores. Intento que me pongan “me gusta” en Facebook: recibir sugerencias y que me cuenten preferencias”. Su página es Bibliotequita a la Vereda.
Cómo funciona en Estados Unidos
Aunque en nuestro país la movida de las bibliotecas al paso recién empieza a establecerse y de a poco recibe ayuda de algunos municipios, el crecimiento de esta movida en los Estados Unidos se vio potenciado por su creador Todd Bol y su compañero Rick Brooks, con la ayuda de unos veinte voluntarios. Juntos formaron una fundación llamada Little Free Library (Pequeña biblioteca gratuita) con la que se disponen a ayudar a crear y promover a todas las personas que quieran comenzar una biblioteca en su comunidad.
Esta organización cuenta con un sitio web donde ofrecen una guía de cosas a tener en cuenta, además de la posibilidad de comprar bibliotecas ya diseñadas y listas para ser instaladas. La fundación también acepta donaciones de libros, guías para encontrar bibliotecas y opciones de trabajo y voluntariados. A principios de noviembre la fundación logró crear 50 mil bibliotecas al paso sólo en los Estados Unidos. Para más información se puede visitar su sitio web: www.littlefreelibrary.org
Fuente: Clarín
Roberta saca su biblioteca a la vereda para que los vecinos lean. |
A principios de 2009 en Wisconsin, Estados Unidos, un hombre llamado Todd Bol construyó una biblioteca miniatura como tributo a su madre, una profesora que disfrutaba mucho de la lectura, y la instaló en la entrada de su casa. Bol buscaba esparcir el amor de su familia por la literatura con sus vecinos mediante un sistema de “llévate un libro y deja otro”. Años más tarde esta costumbre de bibliotecas al paso ha viajado por todo el mundo, adoptando distintos formatos y hoy en día se va acomodando lentamente en los distintos barrios de nuestro país.
En la Plaza Emilio Mitre, la gente de Maschwitz, impulsados por el vecino Jorge Croce, inauguraron una bibliocabina. Una caseta telefónica antigua restaurada que permite a la gente llevarse libros de forma gratuita, siempre y cuando los devuelvan. Aquellos que estén interesados pueden acceder a la llave de la cabina (que suele permanecer cerrada por temas de seguridad), en una cerrajería del barrio. Esta bibliocabina cuenta con más de 200 títulos para grandes y chicos y un sistema de cinco pasos a seguir muy simple: entrar, elegir, leer, devolver y compartir. Hoy por hoy la bibliocabina tiene una comunidad de aproximadamente cinco mil seguidores en Facebook y se está realizando una búsqueda de padrinos para la misma; es decir, gente que esté dispuesta a ayudar con el cuidado y el mantenimiento tanto de la biblioteca como de los libros.
Roberta colgó una repisa en la reja de su casa en San Isidro. |
En Parque Chas también surgió una movida similar, impulsada por Inés Kreplak que opina: “Esto es una acción para la comunidad que está bueno que se difunda para que se replique. La lectura es fundamental para formarnos como seres sociales: el arte nos ayuda a ser más creativos, imaginativos y más empáticos. Estoy convencida de que ser parte activa de una comunidad y generar lazos entre los vecinos da sí o sí buenos resultados. Será un proceso largo, quizás un poco utópico, pero la biblioteca al paso no es un fenómeno aislado”.
Lo más interesante del caso de Inés es que los vecinos se han adecuado rápidamente a la biblioteca; “Es maravillosa la colaboración de los vecinos, la solidaridad, la buena recepción, los lindos comentarios que hacen. Cuando llueve hay un vecino que la recubre con un nylon. Muchos escritores han venido personalmente a donar sus libros para la biblioteca. Veo padres e hijos venirse en bici, agarrar un libro e ir a la plaza a leerlo. El otro día pasé caminando y encontré a una nena leyéndole un cuento en voz alta a su hermanita, las dos sentadas en el cordón”.
Inés finalmente aconseja que para estos proyectos lo mejor que pueden hacer es asociarlo a instituciones, escuelas, bibliotecas de la zona o hasta grupos de vecinos “que sea parte de una comunidad específica y no se cargue a una sola persona con toda la responsabilidad del proyecto”.
El caso de Roberta Pedroncini en Boulogne, San Isidro, sin embargo, es más liberal. “Siempre tuve muchos libros a mi alcance y, durante décadas, fui súper celosa de mis libros, no me gustaba prestarlos porque eran (y siguen siendo) un tesoro para mí. A los 50 me planteé si estaba bien “encanutar” y me propuse prestarlos. Pero la cosa era prestarlos confiando por default en la gente. Confiar en que la gente apoya este tipo de proyectos y por lo tanto los iba a devolver. No pedir nombre ni firma, ni nada. Sólo confiar en la gente. Este es uno de los aspectos que más felicidad me da de este proyecto”.
Así fue como un 9 de Julio ella decidió instalar en la puerta de su casa una biblioteca que esté disponible los fines de semana para aquellos que estén buscando nuevas lecturas, con un objetivo claro en mente: “Transmitir a los demás el gusto por la lectura. Jamás podés aburrirte si tenés un buen libro a mano. Y para los más jóvenes, creo que la lectura ayuda a que se mantengan lejos de malas elecciones. También lo encaro como un servicio a mi barrio, yo vivo en la localidad de Boulogne Sur Mer, en un barrio en el que no hay ningún centro cultural municipal ni biblioteca municipal a menos de 25 o 30 cuadras”. Actualmente, Roberta trabaja en lograr que su biblioteca sea más popular; “Ahora mi desafío es tener un canal de comunicación con los lectores. Intento que me pongan “me gusta” en Facebook: recibir sugerencias y que me cuenten preferencias”. Su página es Bibliotequita a la Vereda.
Cómo funciona en Estados Unidos
Aunque en nuestro país la movida de las bibliotecas al paso recién empieza a establecerse y de a poco recibe ayuda de algunos municipios, el crecimiento de esta movida en los Estados Unidos se vio potenciado por su creador Todd Bol y su compañero Rick Brooks, con la ayuda de unos veinte voluntarios. Juntos formaron una fundación llamada Little Free Library (Pequeña biblioteca gratuita) con la que se disponen a ayudar a crear y promover a todas las personas que quieran comenzar una biblioteca en su comunidad.
Esta organización cuenta con un sitio web donde ofrecen una guía de cosas a tener en cuenta, además de la posibilidad de comprar bibliotecas ya diseñadas y listas para ser instaladas. La fundación también acepta donaciones de libros, guías para encontrar bibliotecas y opciones de trabajo y voluntariados. A principios de noviembre la fundación logró crear 50 mil bibliotecas al paso sólo en los Estados Unidos. Para más información se puede visitar su sitio web: www.littlefreelibrary.org
Fuente: Clarín
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