La inauguración, que representará un homenaje al escritor fallecido en enero pasado, tendrá lugar este martes, 21 de marzo, a las 19.30 hs. en la sede de la calle Alsina.
En el marco de la inauguración del “Bar Piglia” en el Espacio Cultural de la Biblioteca del Congreso de la Nación (Adolfo Alsina 1835, CABA), tendrá lugar el lanzamiento del ciclo literario “Palabra viva”; que será coordinado por la escritora María Moreno.
La idea de bautizar al bar de la Biblioteca con el nombre de Ricardo Piglia, surgió con el escritor en vida; iba a ser él quien diese inicio al ciclo literario como primer invitado. Para ello, Piglia escribió unas palabras acerca de la importancia del rol de la Biblioteca del Congreso de la Nación en su vida y en la política. Hoy, con su fallecimiento, este homenaje se trasforma en un compromiso con su memoria.
A continuación, el texto escrito por María Moreno como convocatoria al acto:
¿Por qué bautizar “Piglia” a un bar? La pregunta debería ser otra: ¿Cómo no llamarlo así? Porque para Ricardo Piglia los bares de las ciudades en que vivió fueron también escritorio abierto –allí escribió los borradores de sus novelas, tomó apuntes para las colecciones de libros que dirigió, bosquejó ensayos destinados a las revistas literarias de las que participó–, sala de encuentro con otros conspiradores de la trama cultural y política–David Viñas, José Szabón, Roberto Jacoby, Héctor Schmucler… –, biblioteca personal –para leer desde Dostoievsky a García Márquez o estudiar el fetichismo en “El capital de Marx” (confitería La Modelo de La Plata) y refugio de activista como cuando, durante una manifestación de protesta contra la invasión de EEUU a Santo Domingo, ante el ataque de los cosacos, corrió desde Congreso hasta La Opera de Corrientes y Callao. La primera entrada de “Los diarios de Emilio Renzi”, Nuestros años felices, se titula En el bar y comienza con el protagonista acodado en la barra de El cervatillo.
Toda su obra parece el fruto de un deambular entre lugares como El rayo, La modelo, el Teutonia, Don Julio, La Paz, el Ramos, La Opera, el Florida y otros bares que no nombra pero que se cruzan en sus desplazamientos entre La Plata y Buenos Aires . Y él lo sabía . En el primer tomo de los diarios declara:
“Tengo una gran experiencia en la disposición de los cafés en los que he trabajado. Son para mí un anexo del lugar donde vivo, una mezcla de escritorio y de sala de recibo. Sé a qué hora los bares están vacíos y se pueden ocupar sin problemas, gozando de la tranquilidad de un lugar limpio y bien iluminado. Como siempre, en casos así, vengo con el libro que estoy leyendo y con un cuaderno de notas y eso me alcanza para pasar la tarde”.
Poco antes de morir Ricardo Piglia envió un texto donde rinde su homenaje a la Biblioteca del Congreso como espacio de investigación y lectura –en sus salas estudió la vida de Enrique Lafuente, miembro del Salón Literario, personaje en quien se basaría para crear el Enrique Osorio de Respiración Artificial– pero también como guarida nocturna para disidentes políticos, autodidactas apasionados pero sin tiempo, pobres en busca de los mates cosidos servidos a la madrugada por empleados amables y eficaces, cuando la dictadura militar parecía detenerse ante ese espacio que contenía para ellos la seguramente intimidante palabra "congreso". “No sé por qué pensaba que los militares no iban a irrumpir en el recinto. Quizás, creía yo ilusionado y sin ningún fundamento, que los iba a intimidar el nombre del lugar”, nos escribió.
“El Piglia” dará hospitalidad al ciclo Palabra Viva que intenta recrear como metáfora la construcción colectiva que se realiza en el Parlamento como puesta en discusión de los intereses de lo que se conoce como “la voz del pueblo”. Y llamamos palabra viva no sólo a la letrada y “curada” por los expertos de los papeles nacionales y la literatura del universos, sino a la que se trama en una lengua sin aduanas ni peajes elitistas: la de todos los días, las de los migrantes, la de los jóvenes, la de la música popular, la los privados de libertad, la de los vecinos, la de la movilización, la de los pueblos originarios, es decir toda aquella que se habla más allá de los centros de escrutinio y ranquin cultural. En “El Piglia”, los lectores podrán conversar de mesa a mesa con autores de diversas generaciones y el rumor de fondo de la máquina de café que tanto amaba el escritor que le prestó su nombre.
Fuente: Parlamentario
Véase además:
Biblioteca del Congreso
El dibujante Rep pintando un mural de Piglia. Foto Mariana Bomba/prensa |
En el marco de la inauguración del “Bar Piglia” en el Espacio Cultural de la Biblioteca del Congreso de la Nación (Adolfo Alsina 1835, CABA), tendrá lugar el lanzamiento del ciclo literario “Palabra viva”; que será coordinado por la escritora María Moreno.
La idea de bautizar al bar de la Biblioteca con el nombre de Ricardo Piglia, surgió con el escritor en vida; iba a ser él quien diese inicio al ciclo literario como primer invitado. Para ello, Piglia escribió unas palabras acerca de la importancia del rol de la Biblioteca del Congreso de la Nación en su vida y en la política. Hoy, con su fallecimiento, este homenaje se trasforma en un compromiso con su memoria.
A continuación, el texto escrito por María Moreno como convocatoria al acto:
¿Por qué bautizar “Piglia” a un bar? La pregunta debería ser otra: ¿Cómo no llamarlo así? Porque para Ricardo Piglia los bares de las ciudades en que vivió fueron también escritorio abierto –allí escribió los borradores de sus novelas, tomó apuntes para las colecciones de libros que dirigió, bosquejó ensayos destinados a las revistas literarias de las que participó–, sala de encuentro con otros conspiradores de la trama cultural y política–David Viñas, José Szabón, Roberto Jacoby, Héctor Schmucler… –, biblioteca personal –para leer desde Dostoievsky a García Márquez o estudiar el fetichismo en “El capital de Marx” (confitería La Modelo de La Plata) y refugio de activista como cuando, durante una manifestación de protesta contra la invasión de EEUU a Santo Domingo, ante el ataque de los cosacos, corrió desde Congreso hasta La Opera de Corrientes y Callao. La primera entrada de “Los diarios de Emilio Renzi”, Nuestros años felices, se titula En el bar y comienza con el protagonista acodado en la barra de El cervatillo.
Toda su obra parece el fruto de un deambular entre lugares como El rayo, La modelo, el Teutonia, Don Julio, La Paz, el Ramos, La Opera, el Florida y otros bares que no nombra pero que se cruzan en sus desplazamientos entre La Plata y Buenos Aires . Y él lo sabía . En el primer tomo de los diarios declara:
“Tengo una gran experiencia en la disposición de los cafés en los que he trabajado. Son para mí un anexo del lugar donde vivo, una mezcla de escritorio y de sala de recibo. Sé a qué hora los bares están vacíos y se pueden ocupar sin problemas, gozando de la tranquilidad de un lugar limpio y bien iluminado. Como siempre, en casos así, vengo con el libro que estoy leyendo y con un cuaderno de notas y eso me alcanza para pasar la tarde”.
Rep dibuja el rostro de Piglia en la pared del bar. Foto Mariana Bomba/prensa |
Poco antes de morir Ricardo Piglia envió un texto donde rinde su homenaje a la Biblioteca del Congreso como espacio de investigación y lectura –en sus salas estudió la vida de Enrique Lafuente, miembro del Salón Literario, personaje en quien se basaría para crear el Enrique Osorio de Respiración Artificial– pero también como guarida nocturna para disidentes políticos, autodidactas apasionados pero sin tiempo, pobres en busca de los mates cosidos servidos a la madrugada por empleados amables y eficaces, cuando la dictadura militar parecía detenerse ante ese espacio que contenía para ellos la seguramente intimidante palabra "congreso". “No sé por qué pensaba que los militares no iban a irrumpir en el recinto. Quizás, creía yo ilusionado y sin ningún fundamento, que los iba a intimidar el nombre del lugar”, nos escribió.
“El Piglia” dará hospitalidad al ciclo Palabra Viva que intenta recrear como metáfora la construcción colectiva que se realiza en el Parlamento como puesta en discusión de los intereses de lo que se conoce como “la voz del pueblo”. Y llamamos palabra viva no sólo a la letrada y “curada” por los expertos de los papeles nacionales y la literatura del universos, sino a la que se trama en una lengua sin aduanas ni peajes elitistas: la de todos los días, las de los migrantes, la de los jóvenes, la de la música popular, la los privados de libertad, la de los vecinos, la de la movilización, la de los pueblos originarios, es decir toda aquella que se habla más allá de los centros de escrutinio y ranquin cultural. En “El Piglia”, los lectores podrán conversar de mesa a mesa con autores de diversas generaciones y el rumor de fondo de la máquina de café que tanto amaba el escritor que le prestó su nombre.
Fuente: Parlamentario
Véase además:
Biblioteca del Congreso
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