Lo impulsa el especialista español, Julio Alonso Arévalo, quien afirma que las bibliotecas deben reconvertirse en espacios para compartir conocimientos.
“Lo que viene a hacer el libro electrónico es expandir la galaxia y las posibilidades para leer. Pero cada uno elige y seguirá eligiendo en qué formato quiere leer. El libro impreso y el e-book son perfectamente compatibles”. quien habla es el español Julio Alonso Arévalo (55), bibliotecario e investigador de la Universidad de Salamanca, quien ha centrado sus trabajos en la temática de lectura digital.
De paso por Mendoza, brindó una conferencia sobre los e-books en las bibliotecas, como parte de un seminario sobre la realidad del libro electrónico en la industria editorial que se realizó en la Universidad del Aconcagua.
Y de sus conceptos se desprendieron varias inquietudes y la necesidad del replanteo de la función de las bibliotecas y de los bibliotecarios.
“El libro tradicional es un formato delimitado que nos impide hacer muchas de las cosas que hacemos con aquellos en formato digital. El libro ya no solo se convierte en un objeto, sino que es un servicio al que podemos acceder en cualquier momento y desde cualquier lugar. Podemos anotar ese contenido, subrayarlo, destacarlo; y que a la vez se sincronice con todos los dispositivos que estemos utilizando. Aparte podemos buscar una palabra exacta, su definición; o cuando se trata de un personaje, buscarlo en la web por ejemplo. Lo que brinda el e-book es una posibilidad de hacer una lectura mucho más completa”, resumió Alonso Arévalo en diálogo con Los Andes.
Sobre el nuevo rol de las bibliotecas, el investigador español indicó que ya no son simplemente un mero espacio. “La gente no está enseñada todavía a pagar por una lectura. Y la mayoría de los libros digitales los descarga. Las bibliotecas tienen que ser entendidas como el mejor mecanismo que tienen las editoriales a la hora de ofrecer sus libros, para que haya menos tendencia al pirateo. Además, a ese libro uno puede volver a tomarlo con todas sus anotaciones”, resumió.
Un club de lectura global
El investigador español se encuentra trabajando en un proyecto del Ministerio de Cultura de su país, que está coordinando junto a 8 países de América Latina, con el objetivo de incorporar los libros digitales a las bibliotecas públicas.
“La lectura siempre ha sido social. Cuando leemos cualquier obra nos gusta compartir y hablar de ese gusto con nuestros amigos. Esto lo podemos hacer en el libro físico, pero evidentemente la dimensión que cobra en el digital es que tenemos un plus de lecturas global. No sólo estamos hablando con los amigos inmediatos, sino que podemos hacerlo por redes sociales también. Esto nos permite posibilidades inmensas para que otras personas también puedan compartir y disfrutar”, destacó el especialista, quien definió esta macro comunidad como “un club de lectura global”.
En este nuevo contexto es entonces donde -sostiene- también debe replantearse el rol de las bibliotecas (públicas y privadas), más teniendo en cuenta que los recursos digitales han sido las principales causas para renovar el concepto. “La biblioteca y sus espacios se están re imaginando. Ya acudir a la biblioteca para su sentido antiguo no es necesario, porque desde nuestro domicilio podemos prestarnos un libro o acceder a una revista. Pero lo que puede aportar la biblioteca y no Internet es un espacio donde reunirnos, convivir y aprender de forma conjunta. Y eso es lo que se está potenciando: espacios para compartir conocimientos”, sintetizó Alonso Arévalo.
“Hoy las bibliotecas convocan a sus comunidades para que se reúnan a aprender. Hay gente que quiere aprender cosas y gente que quiere enseñar”, sintetizó.
Digital vs. impreso
En Argentina, al igual que en una gran cantidad de países, se evidencia aún una fuerte resistencia de grandes editoriales o autores, sobre todo de aquellos que piensan en la ganancia de un libro por cada persona. Para Alonso Arévalo, se trata del “miedo a la canibalización” por parte de lo digital hacia lo analógico.
“Ese miedo es lógico, no se sabe bien cómo se va a rentabilizar y se gana más en un formato físico que en digital. No puede valer lo mismo un libro en formato digital -donde al final uno ni siquiera tiene el contenido consigo- que uno de papel. Y la verdad es que todavía lo digital no está vendiendo”, resumió.
A modo de comparación, el español trazó un paralelismo entre lo que ocurrió en la industria musical con los grandes sellos discográficos cuando se encontraron con el problema de la piratería.
“Lo que tienen que aprender es que si se fija el e-book a un precio más accesible es porque se está ahorrando impresión, tinta, almacenamiento, comercialización y hasta los agentes intermedios. No tiene sentido conseguir un libro en papel por 20 dólares y uno en digital por 16 o 18”, advirtió.
“En el libro impreso estamos pagando lo que es la materialidad del libro. En el digital desaparecen esos costos, pero aparece el precio del valor simbólico. Evidentemente los costos son inferiores, pero los editorialistas no quieren poner el precio real al que tendrían que venderlo. Porque si lo fijan en un precio muy bajo, nadie compra el papel y es donde más se está ganando ahora”, sentenció.
Fuente: Los Andes
La UNCuyo distribuyó este año, en forma gratuita, e-readers a un centenar de alumnos becados. Ignacio Blanco / Los Andes |
“Lo que viene a hacer el libro electrónico es expandir la galaxia y las posibilidades para leer. Pero cada uno elige y seguirá eligiendo en qué formato quiere leer. El libro impreso y el e-book son perfectamente compatibles”. quien habla es el español Julio Alonso Arévalo (55), bibliotecario e investigador de la Universidad de Salamanca, quien ha centrado sus trabajos en la temática de lectura digital.
De paso por Mendoza, brindó una conferencia sobre los e-books en las bibliotecas, como parte de un seminario sobre la realidad del libro electrónico en la industria editorial que se realizó en la Universidad del Aconcagua.
Y de sus conceptos se desprendieron varias inquietudes y la necesidad del replanteo de la función de las bibliotecas y de los bibliotecarios.
Julio Alonso Arévalo. Investigador de la Universidad de Salamanca |
“El libro tradicional es un formato delimitado que nos impide hacer muchas de las cosas que hacemos con aquellos en formato digital. El libro ya no solo se convierte en un objeto, sino que es un servicio al que podemos acceder en cualquier momento y desde cualquier lugar. Podemos anotar ese contenido, subrayarlo, destacarlo; y que a la vez se sincronice con todos los dispositivos que estemos utilizando. Aparte podemos buscar una palabra exacta, su definición; o cuando se trata de un personaje, buscarlo en la web por ejemplo. Lo que brinda el e-book es una posibilidad de hacer una lectura mucho más completa”, resumió Alonso Arévalo en diálogo con Los Andes.
Sobre el nuevo rol de las bibliotecas, el investigador español indicó que ya no son simplemente un mero espacio. “La gente no está enseñada todavía a pagar por una lectura. Y la mayoría de los libros digitales los descarga. Las bibliotecas tienen que ser entendidas como el mejor mecanismo que tienen las editoriales a la hora de ofrecer sus libros, para que haya menos tendencia al pirateo. Además, a ese libro uno puede volver a tomarlo con todas sus anotaciones”, resumió.
Un club de lectura global
El investigador español se encuentra trabajando en un proyecto del Ministerio de Cultura de su país, que está coordinando junto a 8 países de América Latina, con el objetivo de incorporar los libros digitales a las bibliotecas públicas.
“La lectura siempre ha sido social. Cuando leemos cualquier obra nos gusta compartir y hablar de ese gusto con nuestros amigos. Esto lo podemos hacer en el libro físico, pero evidentemente la dimensión que cobra en el digital es que tenemos un plus de lecturas global. No sólo estamos hablando con los amigos inmediatos, sino que podemos hacerlo por redes sociales también. Esto nos permite posibilidades inmensas para que otras personas también puedan compartir y disfrutar”, destacó el especialista, quien definió esta macro comunidad como “un club de lectura global”.
En este nuevo contexto es entonces donde -sostiene- también debe replantearse el rol de las bibliotecas (públicas y privadas), más teniendo en cuenta que los recursos digitales han sido las principales causas para renovar el concepto. “La biblioteca y sus espacios se están re imaginando. Ya acudir a la biblioteca para su sentido antiguo no es necesario, porque desde nuestro domicilio podemos prestarnos un libro o acceder a una revista. Pero lo que puede aportar la biblioteca y no Internet es un espacio donde reunirnos, convivir y aprender de forma conjunta. Y eso es lo que se está potenciando: espacios para compartir conocimientos”, sintetizó Alonso Arévalo.
“Hoy las bibliotecas convocan a sus comunidades para que se reúnan a aprender. Hay gente que quiere aprender cosas y gente que quiere enseñar”, sintetizó.
Digital vs. impreso
En Argentina, al igual que en una gran cantidad de países, se evidencia aún una fuerte resistencia de grandes editoriales o autores, sobre todo de aquellos que piensan en la ganancia de un libro por cada persona. Para Alonso Arévalo, se trata del “miedo a la canibalización” por parte de lo digital hacia lo analógico.
“Ese miedo es lógico, no se sabe bien cómo se va a rentabilizar y se gana más en un formato físico que en digital. No puede valer lo mismo un libro en formato digital -donde al final uno ni siquiera tiene el contenido consigo- que uno de papel. Y la verdad es que todavía lo digital no está vendiendo”, resumió.
A modo de comparación, el español trazó un paralelismo entre lo que ocurrió en la industria musical con los grandes sellos discográficos cuando se encontraron con el problema de la piratería.
“Lo que tienen que aprender es que si se fija el e-book a un precio más accesible es porque se está ahorrando impresión, tinta, almacenamiento, comercialización y hasta los agentes intermedios. No tiene sentido conseguir un libro en papel por 20 dólares y uno en digital por 16 o 18”, advirtió.
“En el libro impreso estamos pagando lo que es la materialidad del libro. En el digital desaparecen esos costos, pero aparece el precio del valor simbólico. Evidentemente los costos son inferiores, pero los editorialistas no quieren poner el precio real al que tendrían que venderlo. Porque si lo fijan en un precio muy bajo, nadie compra el papel y es donde más se está ganando ahora”, sentenció.
Fuente: Los Andes
Comentarios
Publicar un comentario