Historias de corceles y de acero (de 1810 a 1824), de Daniel Balmaceda

¿Cómo era la Argentina entre 1810 y 1824? Hay un montón de sucesos ocultos en los años posteriores a la Revolución de Mayo. Hechos inéditos que no aparecen en los libros tradicionales de historia. Gentileza de Penguin Random House.

Por: Rodrigo Lastreto

Título: Historias de corceles y de acero (de 1810 a 1824)
Autor: Daniel Balmaceda
Sello: SUDAMERICANA
Precio sin IVA: $ 379,00
Fecha publicación: 11/2017
Idioma: Español
Formato, páginas: RÚSTICA BOLSILLO, 352
Medidas: 15,5 X 23 mm
ISBN: 9789500759939
EAN: 9789500759939
Temáticas: Historia
Colección: Historia
Edad recomendada: Adultos
Sinopsis: Daniel Balmaceda observa la historia desde otro lugar, con otros puntos de vista, fomentando el interés sin perder rigor.

En este libro nos invita a atravesar, junto a Moreno, la recova de la plaza en una noche solitaria; y a enterarnos de cuánto ganaban y dónde vivían nuestros próceres; quién terminó usando el sable que empleó San Martín en San Lorenzo, o cómo fue la guerra de peinados entre las jovencitas de 1817.

FRAGMENTOS:

LOS SUELDOS DE LOS PRÓCERES

Dos semanas después de haber cambiado el sistema de gobierno en el Río de la Plata, los miembros de la Junta acordaron sus sueldos. El miércoles 6 de junio de 1810 se resolvió que su presidente, Cornelio Saavedra, ganaría ocho mil pesos anuales. Era bastante menos de lo que cobraba el virrey Cisneros (doce mil pesos), pero era más que suficiente para vivir con cierta comodidad.

En cuanto al resto de los integrantes, se asignaron un sueldo de tres mil pesos anuales. Uno solo de los vocales renunció a su remuneración. Fue Manuel Belgrano, quien de todas maneras cobró un salario por comandar las fuerzas enviadas al Paraguay primero y al Norte después. De todas maneras, cabe aclarar que tenía derecho a cobrar los dos sueldos. El vocal Castelli, enviado al Alto Perú con un ejército, lo hizo.

Otro dato que vale la pena rescatar es que muchos de los gastos que generaban las diversas comisiones se pagaban con el propio sueldo, mientras que para otros se otorgaban viáticos. Por ejemplo, cuando Saavedra debió viajar al norte en agosto de 1811 para reemplazar a Castelli luego de la derrota de Huaqui, alquiló un carruaje que le costó ochocientos pesos, es decir, la décima parte de su sueldo anual. La cuenta la pagó el gobierno, pero aclarando que se descontaría de la remuneración del presidente de la Junta. Parece que el hombre reclamó y se resolvió que pagara apenas la mitad, mientras que el resto lo abonaría el Estado. Además, consiguió que el gobierno le otorgara doce pesos de viáticos diarios.

Cuando Moreno renunció a la Junta dejó de percibir su sueldo. Pero al ser nombrado comisionado ante Inglaterra obtuvo un singular aumento en sus ingresos, ya que de los tres mil que le correspondían por ser vocal pasó a cobrar ocho mil pesos, lo mismo que Saavedra. Mediante un documento estableció que su salario se le pagara en Buenos Aires. El encargado de cobrarlo sería Juan Larrea, quien se ocuparía de entregarlo a su mujer, Guadalupe Cuenca de Moreno. Como todos sabemos, Moreno murió en alta mar a comienzos de marzo de 1811. Sin embargo, la noticia de su deceso no llegó hasta septiembre. Por lo tanto, todo ese tiempo Guadalupe estuvo recibiendo la paga de su marido. Eso sí: cuando en septiembre se supo en Buenos Aires que Moreno había muerto, se suspendió el pago, “por motivos de fallecimiento”. La viuda tuvo que gestionar una pensión para vivir y criar a su pequeño hijo.

¿DÓNDE VIVÍAN TODOS?

La tarea de ubicar los domicilios particulares de los próceres habría sido para French (Domingo Cristóbal María) un juego de niños. En 1802, él era el cartero de Buenos Aires, es decir, la única persona encargada de entregar la correspondencia en la ciudad, incluido el transporte de caudales, una tarea que exigía mucha responsabilidad y extrema confianza. Aun sin la colaboración del repartidor de cartas —al que nosotros conocemos como repartidor de escarapelas—, hemos logrado establecer dónde vivían muchos de los protagonistas de la Revolución. Para evitar confusiones, utilizaremos la nomenclatura de calles y la numeración actuales.

Hasta que asumió como presidente de la Primera Junta, Cornelio Saavedra vivió en Reconquista entre Lavalle y Corrientes, en la vereda par. Luego, junto a su familia, se mudó al fuerte que se emplazaba donde ahora se encuentra la Casa Rosada. Los secretarios de la Junta se hallaban a uno y otro lado de la Plaza de Mayo. El solterón Juan José Passo habitaba una casa en la calle Defensa entre Alsina y Moreno, en la vereda oeste, que es la impar. En cambio, Mariano Moreno, como ya explicamos, vivía a mitad de cuadra en Bartolomé Mitre entre Florida y San Martín, en la vereda sur (la de numeración par), a pocos pasos del domicilio de los Escalada, en la esquina de San Martín y Bartolomé Mitre.

De los seis vocales, Miguel de Azcuénaga tenía su propiedad pegada a la Plaza de Mayo, en la misma vereda donde se encuentra la Catedral. Su casa, con entrada por la avenida Rivadavia, ocupaba un cuarto de manzana en la esquina de Reconquista, lo que lo convertía en vecino de Juan Martín de Pueyrredon y Marcos Balcarce, quienes habitaban la misma manzana. También sobre Rivadavia vivía Juan José Castelli, aunque más hacia el oeste; pese a que no ha sido posible precisar el domicilio exacto, se sabe que era en Rivadavia y Florida y que Castelli era vecino de Domingo Matheu, cuya casona estaba en Florida, entre Bartolomé Mitre y Perón, apenas a la vuelta de lo de Moreno y a una cuadra de la famosa propiedad de Mariquita Sánchez, que se hallaba en Florida 271.

Los vocales restantes eran los que vivían más lejos. Belgrano y Larrea tenían sus casas en la avenida Belgrano, que en 1810 era una calle tan angosta como el resto y se llamaba Pirán. El creador de la bandera vivió en Belgrano 430, entre Defensa y Bolívar. Belgrano, Rivadavia y Sarratea ocupaban la misma manzana. En la calle donde está el convento de Santo Domingo, es decir, en Belgrano al 300, habitaba Juan Larrea. El más alejado de todos era el sacerdote Manuel Alberti, cuyo domicilio era la iglesia de San Nicolás, en Nueve de Julio entre Corrientes y Sarmiento.

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SOBRE EL AUTOR:

Daniel Balmaceda es periodista graduado en la Universidad Católica Argentina. Trabajó como editor de las revistas Noticias, El Gráfico, Newsweek, La Primera y Aire Libre.

Es miembro titular y vitalicio de la Sociedad Argentina de Historiadores y miembro de número del Instituto Histórico Municipal de San Isidro. Fue distinguido como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Presidió la Fundación Cristóbal Colón entre 1989 y 1993.

Es columnista del diario La Nación, y se desempeña como consultor de historia en instituciones y en diversos medios escritos, radiales y televisivos del país. Trabajó con Oscar González Oro en Radio 10, Fernando Bravo en Radio del Plata, Diego Scott en FM Blue, Andy Kusnetzoff en Radio Metro y María Julia Oliván en Radio Nacional.

Es uno de los divulgadores de historia más importantes de la Argentina. Todos sus libros han sido publicados bajo el sello Sudamericana.

Twitter de Daniel Balmaceda: @d_balmaceda

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