Han pasado de patrimonio documental a puentes de información para todos. La profesión de bibliotecario ha sobrevivido a lo largo de los años a pesar de haber estado sometida a los reveses del mundo moderno.
El 13 de septiembre pasado, se celebraba en países como Argentina el Día del Bibliotecario. Una profesión que ha sobrevivido a lo largo de los años a pesar de haber estado sometida a los reveses del mundo moderno.
El interés de los seres humanos por acumular y ordenar libros y, por ende, aglutinar conocimiento, despertó hace la friolera de 2.700 años, pero, al contrario de la creencia popular, esta forma de consumir cultura no surgió con las estanterías egipcias de la Biblioteca de Alejandría, sino con la de Asurbanipal. Según diferentes registros, este edificio, ubicado en la ciudad asiria de Nínive, fue el primero dedicado a almacenar papiros y tabletas de piedra que fungían como archivos de lectura, en el siglo VII a. C. No obstante, la de Alejandría, no fue sino otra cosa que la biblioteca más grande de la antigüedad.
A lo largo de la historia, el prestigio de estos edificios custodios de libros, documentos y archivos, se ha mantenido como el patrimonio documental y cultural más inherente al ser humano. Porque una casa vale lo que vale su biblioteca, y esto nunca pasa de moda.
Sin embargo, el mundo avanza para todos igual, y siguiendo la máxima darwiniana por antonomasia, "solo sobreviven los que se adaptan al medio", estos emblemáticos edificios y los profesionales que los tutelan, han tenido que reinventarse para no morir.
Las nuevas tecnologías y las diferentes formas de consumir información, provocaron un cambio de paradigma que no dejó indiferente a nadie. Esta Nueva Era, acompañada de la crisis mundial que azotó al mundo entero, se saldó con el cierre de más de 600 bibliotecas en España. Un hecho que provocó que este sector se tambaleara en la cuerda floja y tuviera que empujar, con ayuda de todos los que lo conforman, hacia un cambio de rol.
Así lo cuenta Glòria Pérez-Salmerón (Barcelona, 1958), ex directora de la Biblioteca Nacional de España y actual presidenta de la IFLA (Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas) y Fesabid (Federación Española de Sociedades de Archivística, Biblioteconomía, Documentación y Museística). "En todo el mundo hubo una alerta. Algo que nos sirvió como reflexión para ver que, si no nos adaptábamos a las necesidades actuales de la ciudadanía, las bibliotecas irían pereciendo", explica la presidenta. En este sentido, puntualiza el cambio de rumbo que ha llevado a cabo una de las organizaciones que preside: "La IFLA ha trabajado siempre en representación de todo el sector bibliotecario, pero ha habido un cambio reciente muy importante, y es que ahora también defiende y representa el acceso a la información de la ciudadanía. Se trata de un cambio que afecta a la humanidad, a lo que las personas necesitan para desarrollarse, que es la información", remata.
Y es que, aunque entrar en una biblioteca sigue significando acceder a un edificio agradable, cómodo, con una buena instalación y con una colección de libros ordenada y archivada al servicio de la población, ahora, además de eso, es posible encontrar a una persona preparada para formar a cualquier usuario en los códigos actuales de la información, que comprenden desde actualizar un currículum, navegar por la web, acceder a un cuestionario online o aconsejarle sobre cualquier obra que necesite. "Hemos dado un paso más. Hemos pasado del trabajo más técnico, que es el de organizar una colección para ponerla accesible en una biblioteca, a abogar y ser activistas para que las personas, en todas las partes del mundo, puedan llegar a tener una información fiable", añade la presidenta.
Declaración de Lyon
Las diferentes vías y formas de consumir información y la preocupación por parte del sector bibliotecario por formar parte de este circuito, se materializó en la Declaración de Lyon de 2015. En este comunicado, la IFLA negoció con Naciones Unidas su implicación para alinearse con la agenda para seguir los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). En este manifiesto, la federación se comprometía a velar por el progresivo acceso a la información y al conocimiento de toda sociedad ayudada por la disponibilidad de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs), con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas.
"Lo que hemos hecho es que las bibliotecas de todo el mundo se den cuenta de que tienen que abogar por el acceso a la información, luchar para que los gobiernos sean transparentes a la hora de comunicar, y que esta información sea significativa para que la gente se desarrolle", aclara Pérez-Salmerón.
No obstante, además de ampliar el ratio de funciones de estas entidades a nivel internacional, todas las personas que forman parte del sector bibliotecario, tienen que realizar cursos impartidos por la IFLA para formar a los usuarios en esta misma dinámica, de forma virtual o física. "Teníamos que poner en contexto lo que podían hacer las bibliotecas, que es muchísimo, y para eso, los bibliotecarios tenemos que abogar por que esto se sepa. Porque en estos edificios se realizan multitud de encuentros, actividades y proyectos, más allá de la mera actividad de leer, que son muy importantes para el desarrollo de las personas. Este es el mayor de los beneficios que podemos aportar", completa.
Así las cosas, el final parece haber tenido un feliz desenlace. Y, según explica la presidenta, los resultados han sido muy positivos desde que se sumergieron en este cambio de papel. Tanto es así, que, actualmente, en más de 20 target de los ODS, el acceso a la información es imprescindible, y las bibliotecas están incluidas como pilares de información. También, existe una quincena de países que ya reconoce esta necesidad en su agenda de desarrollo. Algo realmente bueno, pero no suficiente, pues Pérez-Salmerón confía en que pronto se añadirán "muchos más".
Otra forma de ayudar
Existen bibliotecas en toda la geografía española que llevan a cabo actividades dignas de mención. Con un prisma original, proponen citas que aúpan a los más necesitados y desfavorecidos.
Entre éstas, encontramos como uno de los mejores ejemplos la biblioteca municipal Eugenio Trías de la Capital, ubicada en el emblemático parque del Retiro. Los bibliotecarios de este edificio han llevado a cabo un proyecto llamado La lectura que da vida. Una iniciativa para acompañar a través de los libros a los niños y adolescentes ingresados en oncología o patologías psiquiátricas del Hospital Niño Jesús, y que le ha otorgado el premio Biblioteca pública y compromiso social. Seis profesionales de la biblioteca se han implicado para que la lectura fuera uno de los mejores compañeros de estos pequeños y chavales. Además, comparten con ellos juegos sobre cómo funciona una biblioteca, en colaboración con el colegio del propio hospital. Una acción que también está dirigida a los familiares y personal sanitario, con la intención de aliviar el día a día de las personas que atraviesan un mal momento sumergiéndose en la magia de la lectura.
Desplazándonos algo más al sur del país, llegamos a Purchena, Almería, que cuenta con una biblioteca pública que ha sido premiada por el proyecto Biblioteca de Acogida: un proyecto de biblioteca social con menores inmigrantes y en riesgo de exclusión. Esta actividad convertía a esta entidad pública en un espacio de paz y encuentro entre jóvenes inmigrantes y en riesgo de exclusión social con jóvenes de la localidad. Entre los objetivos de esta iniciativa, se comprende la lucha contra la xenofobia, el racismo y la exclusión social; visibilizar la labor social y cultural de las bibliotecas públicas; convertir la biblioteca en un lugar de encuentro de jóvenes de diferentes procedencias y realidades; promover la cultura democrática; y fomentar la lectura. Así, el público objetivo de la actividad son jóvenes inmigrantes llegados en pateras a las costas de Almería y jóvenes en riesgo de exclusión de los centros de Purchena.
Por su parte, en el este de España, se encuentra la Red de bibliotecas municipales de Llíria (Valencia). En su caso, el premio por su compromiso social le ha sido otorgado por su programa Biblioteca Fácil, enfocado a un colectivo de personas con discapacidades psíquicas, problemas mentales o Alzheimer. De esta manera, la actividad tiene como finalidad desarrollar la capacidad y la autonomía de las personas que conforman estos colectivos e integrarlos en la biblioteca como una parte de su vida: un lugar de referencia, seguro, agradable y donde se enriquecen a través de la lectura.
En la Ciudad Condal también hay lugares que llevan a cabo acciones interesantes. La biblioteca Joan Fuster, perteneciente la diputación de Barcelona, coordina diferentes clubs de lectura con la intención de reunir a personas de diferentes edades, ideas e historias para compartir e intercambiar opiniones sobre diferentes lecturas, combinando de esta forma el placer de la lectura y el de la conversación en torno a un libro. Aquí, es posible encontrar temáticas tan diversas como cine, cómic, filosofía o poesía en lenguas extranjeras, entre otras, para no cerrarle la puerta a nadie.
Así las cosas, y parafraseando al gran escritor argentino del siglo XX, José Luis Borges; seguro que, para todas estas personas, el paraíso será algún tipo de biblioteca. Y, cada vez, más idílico.
Fuente: El Economista
El 13 de septiembre pasado, se celebraba en países como Argentina el Día del Bibliotecario. Una profesión que ha sobrevivido a lo largo de los años a pesar de haber estado sometida a los reveses del mundo moderno.
El interés de los seres humanos por acumular y ordenar libros y, por ende, aglutinar conocimiento, despertó hace la friolera de 2.700 años, pero, al contrario de la creencia popular, esta forma de consumir cultura no surgió con las estanterías egipcias de la Biblioteca de Alejandría, sino con la de Asurbanipal. Según diferentes registros, este edificio, ubicado en la ciudad asiria de Nínive, fue el primero dedicado a almacenar papiros y tabletas de piedra que fungían como archivos de lectura, en el siglo VII a. C. No obstante, la de Alejandría, no fue sino otra cosa que la biblioteca más grande de la antigüedad.
A lo largo de la historia, el prestigio de estos edificios custodios de libros, documentos y archivos, se ha mantenido como el patrimonio documental y cultural más inherente al ser humano. Porque una casa vale lo que vale su biblioteca, y esto nunca pasa de moda.
Sin embargo, el mundo avanza para todos igual, y siguiendo la máxima darwiniana por antonomasia, "solo sobreviven los que se adaptan al medio", estos emblemáticos edificios y los profesionales que los tutelan, han tenido que reinventarse para no morir.
Las nuevas tecnologías y las diferentes formas de consumir información, provocaron un cambio de paradigma que no dejó indiferente a nadie. Esta Nueva Era, acompañada de la crisis mundial que azotó al mundo entero, se saldó con el cierre de más de 600 bibliotecas en España. Un hecho que provocó que este sector se tambaleara en la cuerda floja y tuviera que empujar, con ayuda de todos los que lo conforman, hacia un cambio de rol.
Así lo cuenta Glòria Pérez-Salmerón (Barcelona, 1958), ex directora de la Biblioteca Nacional de España y actual presidenta de la IFLA (Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas) y Fesabid (Federación Española de Sociedades de Archivística, Biblioteconomía, Documentación y Museística). "En todo el mundo hubo una alerta. Algo que nos sirvió como reflexión para ver que, si no nos adaptábamos a las necesidades actuales de la ciudadanía, las bibliotecas irían pereciendo", explica la presidenta. En este sentido, puntualiza el cambio de rumbo que ha llevado a cabo una de las organizaciones que preside: "La IFLA ha trabajado siempre en representación de todo el sector bibliotecario, pero ha habido un cambio reciente muy importante, y es que ahora también defiende y representa el acceso a la información de la ciudadanía. Se trata de un cambio que afecta a la humanidad, a lo que las personas necesitan para desarrollarse, que es la información", remata.
"La IFLA ha trabajado siempre en representación de todo el sector bibliotecario, pero ha habido un cambio reciente muy importante, y es que ahora también defiende y representa el acceso a la información de la ciudadanía".
Y es que, aunque entrar en una biblioteca sigue significando acceder a un edificio agradable, cómodo, con una buena instalación y con una colección de libros ordenada y archivada al servicio de la población, ahora, además de eso, es posible encontrar a una persona preparada para formar a cualquier usuario en los códigos actuales de la información, que comprenden desde actualizar un currículum, navegar por la web, acceder a un cuestionario online o aconsejarle sobre cualquier obra que necesite. "Hemos dado un paso más. Hemos pasado del trabajo más técnico, que es el de organizar una colección para ponerla accesible en una biblioteca, a abogar y ser activistas para que las personas, en todas las partes del mundo, puedan llegar a tener una información fiable", añade la presidenta.
Declaración de Lyon
Las diferentes vías y formas de consumir información y la preocupación por parte del sector bibliotecario por formar parte de este circuito, se materializó en la Declaración de Lyon de 2015. En este comunicado, la IFLA negoció con Naciones Unidas su implicación para alinearse con la agenda para seguir los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). En este manifiesto, la federación se comprometía a velar por el progresivo acceso a la información y al conocimiento de toda sociedad ayudada por la disponibilidad de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs), con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas.
"Lo que hemos hecho es que las bibliotecas de todo el mundo se den cuenta de que tienen que abogar por el acceso a la información, luchar para que los gobiernos sean transparentes a la hora de comunicar, y que esta información sea significativa para que la gente se desarrolle", aclara Pérez-Salmerón.
No obstante, además de ampliar el ratio de funciones de estas entidades a nivel internacional, todas las personas que forman parte del sector bibliotecario, tienen que realizar cursos impartidos por la IFLA para formar a los usuarios en esta misma dinámica, de forma virtual o física. "Teníamos que poner en contexto lo que podían hacer las bibliotecas, que es muchísimo, y para eso, los bibliotecarios tenemos que abogar por que esto se sepa. Porque en estos edificios se realizan multitud de encuentros, actividades y proyectos, más allá de la mera actividad de leer, que son muy importantes para el desarrollo de las personas. Este es el mayor de los beneficios que podemos aportar", completa.
Así las cosas, el final parece haber tenido un feliz desenlace. Y, según explica la presidenta, los resultados han sido muy positivos desde que se sumergieron en este cambio de papel. Tanto es así, que, actualmente, en más de 20 target de los ODS, el acceso a la información es imprescindible, y las bibliotecas están incluidas como pilares de información. También, existe una quincena de países que ya reconoce esta necesidad en su agenda de desarrollo. Algo realmente bueno, pero no suficiente, pues Pérez-Salmerón confía en que pronto se añadirán "muchos más".
Actualmente, en más de 20 target de los ODS, el acceso a la información es imprescindible, y las bibliotecas están incluidas como pilares de información
Otra forma de ayudar
Existen bibliotecas en toda la geografía española que llevan a cabo actividades dignas de mención. Con un prisma original, proponen citas que aúpan a los más necesitados y desfavorecidos.
Entre éstas, encontramos como uno de los mejores ejemplos la biblioteca municipal Eugenio Trías de la Capital, ubicada en el emblemático parque del Retiro. Los bibliotecarios de este edificio han llevado a cabo un proyecto llamado La lectura que da vida. Una iniciativa para acompañar a través de los libros a los niños y adolescentes ingresados en oncología o patologías psiquiátricas del Hospital Niño Jesús, y que le ha otorgado el premio Biblioteca pública y compromiso social. Seis profesionales de la biblioteca se han implicado para que la lectura fuera uno de los mejores compañeros de estos pequeños y chavales. Además, comparten con ellos juegos sobre cómo funciona una biblioteca, en colaboración con el colegio del propio hospital. Una acción que también está dirigida a los familiares y personal sanitario, con la intención de aliviar el día a día de las personas que atraviesan un mal momento sumergiéndose en la magia de la lectura.
Desplazándonos algo más al sur del país, llegamos a Purchena, Almería, que cuenta con una biblioteca pública que ha sido premiada por el proyecto Biblioteca de Acogida: un proyecto de biblioteca social con menores inmigrantes y en riesgo de exclusión. Esta actividad convertía a esta entidad pública en un espacio de paz y encuentro entre jóvenes inmigrantes y en riesgo de exclusión social con jóvenes de la localidad. Entre los objetivos de esta iniciativa, se comprende la lucha contra la xenofobia, el racismo y la exclusión social; visibilizar la labor social y cultural de las bibliotecas públicas; convertir la biblioteca en un lugar de encuentro de jóvenes de diferentes procedencias y realidades; promover la cultura democrática; y fomentar la lectura. Así, el público objetivo de la actividad son jóvenes inmigrantes llegados en pateras a las costas de Almería y jóvenes en riesgo de exclusión de los centros de Purchena.
Por su parte, en el este de España, se encuentra la Red de bibliotecas municipales de Llíria (Valencia). En su caso, el premio por su compromiso social le ha sido otorgado por su programa Biblioteca Fácil, enfocado a un colectivo de personas con discapacidades psíquicas, problemas mentales o Alzheimer. De esta manera, la actividad tiene como finalidad desarrollar la capacidad y la autonomía de las personas que conforman estos colectivos e integrarlos en la biblioteca como una parte de su vida: un lugar de referencia, seguro, agradable y donde se enriquecen a través de la lectura.
En la Ciudad Condal también hay lugares que llevan a cabo acciones interesantes. La biblioteca Joan Fuster, perteneciente la diputación de Barcelona, coordina diferentes clubs de lectura con la intención de reunir a personas de diferentes edades, ideas e historias para compartir e intercambiar opiniones sobre diferentes lecturas, combinando de esta forma el placer de la lectura y el de la conversación en torno a un libro. Aquí, es posible encontrar temáticas tan diversas como cine, cómic, filosofía o poesía en lenguas extranjeras, entre otras, para no cerrarle la puerta a nadie.
Así las cosas, y parafraseando al gran escritor argentino del siglo XX, José Luis Borges; seguro que, para todas estas personas, el paraíso será algún tipo de biblioteca. Y, cada vez, más idílico.
Fuente: El Economista
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