El proyecto de Alfabetización Santa Fe y la Escuela Nº 1326 invita a sembrar bibliotecas en los barrios populares de la ciudad.
“Que florezcan mil biblios” es el lema de una campaña solidaria que invita a sembrar bibliotecas populares en los barrios de la ciudad. Quienes conocen la emergencia social que atraviesa a vastos sectores de la comunidad saben de la necesidad de una primavera urgente, y que los espacios educativos y culturales comunitarios son un sinónimo de ella. La organización Alfabetización Santa Fe y la Escuela Nº 1.326 Maestro Sergio del Coro de barrio Ludueña son los hacedores de esta campaña que en el marco de un contexto que vulnera a gran parte de la población se atreve a reconquistar derechos perdidos.
Cuatro años de gobierno liberal y una pandemia que se extiende en el tiempo fueron lo suficientemente eficaces como para posicionar tristemente al Gran Rosario superando la media nacional en términos de pobreza e indigencia. Pese a la emergencia social y frente a ella, la ciudad conserva un capital, un recurso invaluable: la capacidad organizativa de los sectores populares, el talento de las organizaciones sociales para dar respuestas a las tragedias sociales y la aptitud para trabajar solidariamente en red. Quienes trabajan en el campo de la educación popular conocen del valor de este capital. Tal es el caso de Guillermo Cabruja, alfabetizador y referente de Alfabetización Santa Fe, una organización que trabaja con la población adulta de los barrios populares de Rosario.
Cuando comenzó la pandemia, los espacios creados por distintas organizaciones sociales con los que usualmente se vinculan se transformaron en comedores y se alistaron para asistir alimentariamente a las familias de los barrios vulnerables. “Desde el 20 de marzo interpretamos que teníamos que salir a bancar a las instituciones con las que estábamos interactuando aunque nuestra tarea sea la alfabetización. Por eso nos sumamos a las campañas para conseguir donaciones de alimentos y ayudar a las organizaciones”, cuenta Cabruja. A los tradicionales comedores se fueron sumando una red de organizaciones emergentes, como grupos de familias que su juntaron para ayudar a sus vecinos.
Más allá de la pandemia
Además de comer hay otras urgencias. En estos puntos de encuentro que la gente ha sabido consolidar, la asistencia es mucho más que alimentaria. Cabruja reconoce que en estos espacios hay un aprendizaje hacia la toma de conciencia sobre otras problemáticas que también urge solucionar. La falta de servicios básicos o los bolsones de basura que contaminan los barrios, y la falta de acceso a ciertos bienes culturales son urgencias que también hay que atender. Con la toma de conciencia florecen las demandas de otros espacios, que con el ingenio popular se transforman en ideas y proyectos. Esto originó que en varios de estos lugares lo vecinos comenzaron a plantear la necesidad de crear bibliotecas populares como lugar de encuentro, donde puedan hacerse talleres de lectura, de artes y de oficios en beneficios de la comunidad.
"Las organizaciones que comenzaron a demandar la creación de estos espacios culturales se multiplicaron en todos los barrios de Rosario"
“A los emergentes les planteamos que esto en algún momento se va a terminar, porque cuando pase la pandemia la gente de a poco va a retornar al trabajo. Por eso lo que nosotros podemos ofrecerles es que continúen con la tarea social pero desde lo educativo” cuenta Cabruja. Las organizaciones que comenzaron a demandar la creación de estos espacios culturales se multiplicaron en todos los barrios y hoy contabilizan más de una decena. Se sumaron Salvador Chamba (barrio Itatí), Potrero de las cuatro villas, Los gladiadores de Triángulo (barrio Triángulo) y los comedores Candela (barrio Alvear), Arco Iris y Pancitas felices (San Francisquito), Codo a codo (barrio Moderno), Agua viva (Mendoza al 9200), Sacale una sonrisa (barrio Esperanza), Doña Emilia (Empalme Graneros norte), Proyecto Aurora (Empalme Graneros) y María Eva (barrio Fontanarrosa). También el Centro Cultural Las Delicias, la Peña Canaya del Club Acindar, Luz y Esperanza Mittagan (Dr. Riva al 6200) y el Club Maciel (Darragueira 950).
Ollas y libros
Una de esas organizaciones sociales emergentes es “Codo a codo”, un proyecto de asistencia alimentaria conformado por cinco familias y varios vecinos solidarios. Tiene base en barrio Moderno, Felipe Moré y Biedma, donde vive Natalia junto a su familia. Realizaron la primera olla popular con el inicio de la pandemia y hoy cocinan tres veces a la semana (un día cena y dos días merienda), para 38 familias numerosas. Natalia cuenta que a una cuadra y media de su casa comienza Vía Honda y a media cuadra hay un asentamiento muy grande con casas precarias, sin servicios básicos, a lo que se suma la problemática del narcomenudeo que pone en riesgo especialmente a niños y adolescentes. “Hay mucha necesidad que se profundizó con la pandemia. Veíamos a nuestros vecinos revolver los contenedores de basura”, cuenta Natalia, que recuerda que ante la gravedad de la situación decidieron junto a otras familias hacer las ollas populares valiéndose solo de la autogestión. La tarea implicó un aprendizaje y fue clave la colaboración de los Veteranos de Malvinas. Los recursos se logran con el aporte de las familias organizadas y las donaciones de vecinos y comercios. La primera comida preparada fueron dos ollas y media, un total de 427 raciones. Un número que quedó grabado en su memoria.
Mientras la realidad está llena de experiencias de vecinos que se abroquelan frente a los asentamientos precarios, barrio Moderno cuenta otra historia. “Entiendo que estamos en el mismo barrio y teníamos muy en claro que no queríamos ver a nuestros vecinos así. Cuando se hace la olla popular comemos todos juntos porque el concepto que vale es el de comunidad y el de entendernos todos iguales”, dice Natalia. Ella sabe que hoy la comida es prioridad pero eso no significa que no existan otras necesidades, como que en el barrio la mayoría de los chicos no terminen la primaria y muchos vecinos necesiten alfabetizarse. Natalia define la educación como un derecho fundamental: “Tenemos la necesidad de crear un espacio que brinde otra contención para que el vecino se acerque y encuentre una herramienta, porque los vecinos no tienen acceso a los libros y tampoco a internet”.
El proyecto de biblioteca popular articulada con Alfabetización Santa Fe llena a los vecinos de barrio Moderno de expectativas. El espacio cultural se instalaría en la misma casa que Natalia alquila junto a su familia, y donde hoy se reúne con sus vecinos a comer. Codo a codo ya recibió la primera entrega de libros donados, dando inauguración al proyecto “que florezcan mil biblios”. El primer espacio de tantos que esperan florecer.
Escuelas solidarias
La Escuela Primaria Nº 1.326 de Solís 199 es otro de los motores de esta campaña. Su directora Luciana Silva cuenta que la vinculación con Alfabetización Santa Fe se produjo a través del trabajo que realiza la organización con la población adulta del barrio Ludueña donde está asentada la escuela. La directora sostiene que en este contexto de realidades tan vulnerables la escuela debe estar y si es posible asumir un compromiso en la generación de esos espacios. “Decidimos contribuir a crear estas bibliotecas entendidas como espacios compartidos, lugares de encuentro y escenarios donde la palabra tenga un lugar”, dice la directora. La campaña fue comunicada a las otras escuelas que integran el circuito y a las instituciones que conforman la Intersectorial Ludueña.
Alfabetización Santa Fe junto a la Escuela Maestro Sergio del Coro establecieron una red organizativa para recaudar las donaciones de libros. Para colaborar comunicarse a los WhatsApps 341-3531133 o al 336-4340638.
Fuente: La Capital de Rosario (Por: Paula Busnadiego)
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