La narración de historias es una intervención humanizada y de bajo coste que puede mejorar notablemente el bienestar de estos menores.
Un niño con cáncer de nueve años sentado junto a su madre en el hospital. FATCAMERA (GETTY) |
En 1987, el director estadounidense Rob Reiner estrenó la película “La princesa prometida”, todo un clásico que, año tras año, forma parte de la programación de las distintas cadenas de televisión. Cuenta la historia de un niño que está enfermo y recibe la visita de su abuelo con el propósito de acompañarle y entretenerle con la lectura de un libro, al igual que hacía con sus hijos cuando eran pequeños. En un principio, el niño rechaza la oferta de su abuelo porque le parece un libro aburrido y tampoco desea pasar su tiempo con él. Sin embargo, este, haciendo oídos sordos a sus protestas, inicia la narración. Poco a poco, el nieto se va enganchando a la historia y haciendo más llevadera su enfermedad con las narraciones de su abuelo. Y es que la lectura de historias a través de cuentos, fábulas, relatos tienen un efecto fisiológico y psicológico en el cerebro de quien las escucha, y de manera contrastada en los pacientes pediátricos hospitalizados.
Anna Forés Miravalles, directora Adjunta de la Càtedra de Neuroeducació UB-EDU1st, señala que “leer es una estrategia cultural, no nacemos instintivamente para leer. A nuestro cerebro le cuesta aprender a leer, para hacerlo tenemos que haber hablado mucho, y para haber hablado mucho necesitamos mucho vocabulario; por tanto, cuanto más leamos, cuanto más hayamos hablado antes y cuanto más vocabulario poseamos tendremos mucho más placer por la lectura”. Qué ocurre cuando leemos: “Que entran en juego no solamente las áreas propias del lenguaje, como Broca y Wernicke, para codificar y descodificar, para todo el tema fonológico. Si no que también, cuando leemos entramos en otros mundos de relaciones, si esa lectura la hacemos con otras personas, o si las hacemos en voz alta”, dice esta experta.
El estudio “Contar historias aumenta la oxitocina y las emociones positivas y disminuye el cortisol y el dolor en niños hospitalizados”, publicado el pasado año, proporciona evidencia científica de los cambios que se producen en los biomarcadores y los efectos beneficiosos de la narración de cuentos en niños ingresados en una unidad de cuidados intensivos. El artículo sostiene que “una sesión de narración de cuentos con niños hospitalizados conduce a un aumento de la oxitocina, una reducción del cortisol y el dolor, y cambios emocionales positivas durante una sesión”. De esta manera, la investigación concluye que “la narración de cuentos es una intervención humanizada y de bajo costo que puede mejorar el bienestar de los niños hospitalizados”.
Silvia Gutiérrez, psiquiatra infantil de la Clínica de Primera Infancia del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, considera que “el hecho de que te cuenten un cuento o historia constituye tanto una magnífica forma de comunicación, como de acercamiento al otro. Siendo una extraordinaria oportunidad de conectar con las emociones, la imaginación, los pensamientos y, en definitiva, el mundo interior de los niños. Lo que contribuye a la sensación de bienestar, de tranquilidad y de disfrute compartido, tanto en el niño como en el que cuenta la historia”.
A través del acto de contar historias se crean conexiones humanas que contribuyen a dar sentido a nuestro mundo. “Por ello la creación de historias que organicen y modifiquen nuestra experiencia puede resultar sanadora. Además, en el caso de los niños, es especialmente importante el uso de historias y juegos para establecer un lenguaje común y, de este modo, poder conectar con ellos y su universo,” asegura Sonia Álvarez, psicóloga clínica infantil del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús.
A la hora de iniciar momentos de lectura es conveniente conocer los gustos del niño para elegir aquellas narraciones con las que va a disfrutar más, pero también hay que tener en cuenta quién es la persona que va a contar esas historias. En opinión de Silvia Gutiérrez, “si esa historia te la cuenta tu padre o madre, se convierte en una forma más de fortalecer el vínculo y la relación, siendo una magnífica oportunidad de compartir emociones, sensaciones y hasta de poder separarnos de nuestros seres queridos. Por ejemplo, cuando el padre o madre lee un cuanto a su hijo antes de irse a dormir, consiguiendo que todos sus miedos y angustias desaparezcan y pueda dormir solo en su cama tranquilo”.
Sin embargo, en lo que se refiere a la lectura de narraciones hay diferencia si con anterioridad a la hospitalización del niño o la niña, estos ya disfrutaban o no escuchando historias. Núria Serrallonga, enfermera psicóloga perteneciente a Atención Emocional - Child Life en el Hospital Sant Joan de Déu, considera que “si en la familia ya se contaban cuentos, el hecho de poder hacerlo durante una hospitalización es un valor que a los niños les ayuda porque era habitual en su vida normal y lo mantienen en esta situación. Pero, si una familia nunca ha contado ningún cuento y de repente un padre o una madre empieza a contar cuentos, puede resultar tan raro que igual el niño no se siente atraído”.
Son numerosos los estudios y trabajos que señalan claramente que el acompañamiento de los niños hospitalizados por alguno de sus padres permite una mejor y pronta recuperación. Un beneficio que se incrementa, en opinión de Silvia Gutiérrez, si ese acompañamiento se hace “a través de actividades compartidas como contar o inventar historias, en las que no se necesitan grandes medios, ni siquiera la presencia de pantallas. De esta manera se logra que el niño se pueda sentir, no solo seguro, sino tranquilo y su grado de colaboración con el personal sanitario sea mayor y de mejor calidad”.
Entre las lecturas que Anna Forés Miravalles aconseja estaría “cualquier tipo de lectura con más imaginación, con más fantasía, con más poder de crear un nuevo mundo. Pero lo importante es una lectura compartida para crear vínculos, para crear más oxitocina, para que estemos compartiendo esos espacios de lectura”. Porque, a juicio de esta neurocientífica, “todo lo que implique oxitocina, dopamina… todo lo que significa posibilitar nuevos mundos y estar acompañado es fabuloso”.
Las bondades de las narraciones son diferentes si estas son fruto de la lectura del propio paciente o son contadas por otra persona. En el caso de los pacientes infantiles, (niños de 0-6 e incluso hasta los 8-9 años), Sonia Álvarez explica que “el que te cuenten una historia, e incluso el poder crear un cuento con el padre, la madre o con un hermano mayor, resulta más enriquecedora y beneficiosa porque no solo fortalece la conducta de apego y contribuye al desarrollo de un apego seguro, sino que es una oportunidad de comprender emociones, situaciones, pensamientos que enriquecen su imaginación y sobre todo le proporcionan herramientas para enfrentarse a su día a día”. En niños a partir de 10 años e incluso de 12 años, “el poder sumergirse ellos solos en las historias y cuentos resulta también beneficioso, ya que estos niños ya han desarrollado la capacidad para comprender y transportarse a los mundos de las historias que leen, pudiendo utilizarlo de forma mucho más autónoma e independiente”, concluye esta psicóloga clínica infantil.
Fuente: El País (Por: ANA CAMARERO)
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