La biblioteca nació en el garaje de una casa y ya cuenta con alrededor de 20 chicos que llegan para leer y jugar. ¿Cómo se puede colaborar?
En tiempos en los que la tecnología avanza a pasos agigantados y parece competir directamente con los libros impresos, una sanjuanina decidió apostar a un espacio cultural enriquecedor para las nuevas generaciones: una biblioteca popular. Alicia Jácome vive en el barrio Los Teros, en la zona de Pocito norte, al límite de Rawson, provincia de San Juan (Argentina). En el garaje de su casa decidió armar una biblioteca y cada fin de semana recibe alrededor de 20 chicos.
La idea de una biblioteca popular nació a partir de una experiencia que la marcó hace un par de años. Ella participó en un concurso literario de Cultura de la provincia, en la que ella presentó un libro basado en recetas y para desarrollar éste recibió la ayuda de muchas bibliotecarias. Gracias a esto, no sólo formó un vínculo con las bibliotecas sino también pudo observar el fuerte lugar que ocupan hoy en la sociedad para su desarrollo.
"En Pocito no había bibliotecas populares y surgió la idea de abrir una, porque es lindo y los chicos necesitan una actividad de este tipo, acercarse a los libros", explicó Alicia a Diario La Provincia SJ y luego aclaró que el nombre de Mafalda se dio de la mano precisamente de los más chicos: "surgió como una charla entre adolescentes y jóvenes que andábamos buscando el nombre. A ellos les gustó y decidimos que así se llamara".
En Pocito hasta hace unos años había una biblioteca popular frente a la plaza pero cerró. Ahora esta nueva, que llevará el nombre de la tira publicada (1964 a 1973) por el humorista gráfico Quino, está en pleno proceso de adquirir la personería jurídica. Por ahora empezó como Asociación Civil y esperando que los trámites sigan avanzando.
Hace tres semanas este lugar empezó con actividades para acercar a los niños a la lectura pero sobre todo a generar un vínculo de ellos con estas instituciones que son tan fundamentales para la sociedad.
"Empezó en el garaje pero viendo que los chicos necesitaban salir de la estructura cerrada, sacamos la mesa afuera y como tengo una base de docente distribuí a los niños en mesitas. Como no tenemos tanto mobiliario y bibliografía, dejamos los libros en la mesa y ellos van sacando lo que les gusta. Luego dibujan y se expresan, transmiten lo que sienten adentro", explicó destacando que los sábados hacen una actividad de dos horas y participan chicos de 3 a 14 años de edad.
Allí no sólo encuentran libros para leer sino también materiales didácticos y juegos que no están vinculado a lo tecnológico sino que tienen un peso de antaño como es el tejo en el piso. En un árbol con totora, ellos dejan sus dibujos y forman parte de la riqueza cultural que va formando el lugar.
"Es un trabajo de alentarlos, decirles que no dejen de hacer lo que empezaron. Ésa es la actividad porque ellos mismo se sienten parte. Llegada la hora, cuando me ven sacando mesas y sillas, tienen el interés por ayudar. Esa actividad les gusta y les genera inquietudes", agregó Alicia.
De la mano de esta biblioteca se van generando anécdotas en Alicia que las recuerda con una sonrisa en el rostro y con orgullo. Una de estas es la que se dio de la mano de dos nenas chiquitas. Ambas llegaron y mientras ella ordenaba las escuchó cuchichear. Al acercarse vio que estaban leyendo. "Ellas habían sacado un libro y entre las dos estaban intentando leer. Se podría haber puesto a charlar o jugar pero eligieron leer", recordó.
Luego reconoció que cuando pensó en hacer esto, muchos le dijeron que "era una idea loca poner una biblioteca en estos tiempos, cuando hay tantas herramientas tecnológicas y visuales" pero no bajó los brazos, no dio marcha atrás a su sueño y "ahora es una alegría" para ella.
Alicia hizo la capacitación docente hace 20 años pero nunca ejerció. Formó una familia y se dedica de lleno a la actividad privada. Es emprendedora, dedicada a la panificación y también trabaja con artesanos de la zona norte. Pero la biblioteca se ha convertido en todo un desafío que le llena el alma y le gusta generar el "hobby de la lectura" en las nuevas generaciones a la vez de "transmitir siempre" todo lo vinculado a la cultura.
Ahora ella necesita la ayuda de la sociedad para seguir equipando la biblioteca popular. Lo primero que necesita son mesitas y sillas para niños y adolescentes, materiales didácticos, juegos y sobre todo libros de todo tipo.
Fuente: La Provincia SJ
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