En una vereda de San Isidro, una pequeña estructura de madera se convirtió en un espacio de circulación de libros, encuentros vecinales y fomento del hábito lector. La iniciativa, impulsada por el ingeniero jubilado Mario Erkekdjian, demuestra que el acceso a la lectura también puede nacer desde lo comunitario y replicarse en cualquier territorio.
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| Mario Erkekdjian, retratado en el garaje de su casa. (Foto: TN/Leandro Heredia). |
La casita literaria es pequeña en tamaño, pero enorme en significado. Funciona como un punto de intercambio libre de libros, donde vecinos y vecinas dejan, toman y comparten lecturas sin intermediarios, registros ni sanciones. Solo una premisa clara: confiar en la comunidad y en el poder transformador de los libros.
El proyecto comenzó en 2021, inspirado en experiencias de intercambio comunitario que su creador conoció durante un viaje a Estados Unidos. Al regresar, Mario Erkekdjian propuso adaptar esa idea al contexto local, enfocándola exclusivamente en la circulación de libros y en el fortalecimiento del vínculo entre lectura y vida cotidiana.
Con materiales donados, trabajo colaborativo y apoyo vecinal, la primera casita se instaló en la vereda de su casa. Desde entonces, la iniciativa no dejó de crecer: hoy existen más de una docena de casitas literarias en San Isidro y otras tantas en construcción, incluso con la participación de escuelas técnicas del distrito. El proyecto cuenta, además, con el respaldo de la organización Little Free Library, referente internacional en este tipo de acciones.
| La casita literaria comenzó como una iniciativa pequeña y ahora cuenta con doce edificaciones y miles de libros circulando. (Foto: TN/Leandro Heredia). |
La dinámica es simple y efectiva. Los libros llegan, se sellan, se ordenan y vuelven a circular. No hay horarios estrictos ni controles formales, pero sí una lógica compartida de cuidado y responsabilidad colectiva. En cuatro años de funcionamiento, ninguna de las casitas fue vandalizada, un dato que habla por sí solo del vínculo que se genera entre la comunidad y el espacio.
Desde una mirada bibliotecaria, experiencias como esta invitan a reflexionar sobre nuevas formas de mediación lectora, acceso democrático a los materiales y construcción de ciudadanía cultural. La casita literaria no reemplaza a la biblioteca, pero dialoga con ella: amplía el territorio de la lectura, la saca al espacio público y la convierte en excusa para el encuentro.
| Dentro de La casita literaria, los libros están organizados por secciones. (Foto: TN/Leandro Heredia). |
¿Puede una casita de libros transformar un barrio?
Esta experiencia demuestra que sí, y abre la puerta a una pregunta clave para nuestra profesión: ¿Cómo acompañamos, fortalecemos y replicamos estas iniciativas desde el campo bibliotecario? 📚🤝
Con información de: TN

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