Aunque se inventaron en Dinamarca, ya hace años que se organizan en España encuentros donde los lectores pueden "leer" a personas muy diversas durante media hora.
Una de las bibliotecas humanas celebradas en Gran Canaria. (Cedida) |
Entre en su biblioteca local, preséntese en el mostrador y elija un libro humano. Mientras ojea sus sinopsis, es posible que le llame la atención Pablo Buhigas y que decida leerlo. Si lo hace, Pablo, un canarión de 35 años, se sentará a su lado, le contará que tiene una discapacidad intelectual, y que eso le ha generado algún que otro problema en su infancia, cuando los niños le daban la espalda, y de adulto, a la hora de conseguir un trabajo, pero que ello no le ha desanimado. Le contará que en ocasiones, en las entrevistas de trabajo le hacen preguntas muy complicadas, pero que ahora trabaja como validador de texto, adaptando textos para otros discapacitados como él. Aunque si insiste, tal vez le reconozca que no le gusta mucho leer.
Le dirá también que hace muchas cosas todos los días, que va a la piscina y que es voluntario y que, cuando puede, le encanta ser un libro humano. Le gusta, porque puede sentar a hablarse con la gente de tú a tú, y no le gusta que le traten como a un niño. "Los discapacitados no somos personas que nos tengan que meter en un centro, sino que podemos trabajar", insistirá. Es posible que se dé la vuelta a la tortilla y que, en lugar de leer a Pablo, usted mismo decida contarle su vida, algo que le ha ocurrido en varias ocasiones. Pero no importa, porque a Pablo también le gusta escuchar. Pablo repetirá este proceso unas cuantas veces a lo largo del día, mientras otros potenciales lectores aguardan su turno. Cuando cierren el libro, muchos lo harán emocionados.
Tal vez más tarde podría seleccionar a Cleia, trans de 30 años, porque le ha llamado la atención su sinopsis. "Nunca sentí que encajara en la norma sexo/género, no entendía por qué tenía que comportarme como una señorita (o un señorito), llegué al feminismo y así aprendí a expresar los malestares asociados a la sexualidad. Eso me ha marcado y me ha llevado a escenarios de aprendizaje, escenarios dolorosos y escenarios felices".
Cleia, al contrario de lo que ocurriría con un libro normal, también resolvería todas sus dudas. Entre las más comunes, por qué si es trans no se ha hormonado. Le respondería que no, que se puede ser trans sin ninguna modificación corporal, que no tiene intención de hacerlo más allá de ir al gimnasio. O le explicaría que la identidad no es lo mismo que la orientación sexual. Delante de los ojos del lector de cualquier edad, el estereotipo se iría cayendo poco a poco y aparecería la persona. Es posible que le recuerde también por qué es tan interesante leer personas: "Si un libro físico ya es un viaje interesante, un libro humano es sumergirte en la experiencia encarnada de otra persona".
Pablo y Cleia son dos ejemplos reales de "libros humanos" españoles que El Confidencial ha "leído" brevemente. Es posible que haya visto en redes sociales o que haya recibido por WhatsApp una imagen en la que se cuenta que, en Dinamarca, las bibliotecas disponen de libros humanos que alguien puede tomar prestado por media hora. Trans, expresidiarios, personas con discapacidad, es decir, todos esos "Otros" ajenos al día a día de la mayoría de personas. Pero, aunque la Human Library nació allí, se ha extendido por todo el mundo. De vez en cuando, los libros humanos también asaltan las bibliotecas y los colegios españoles.
En 2019 y 2020, por ejemplo, tuvieron lugar en Gran Canaria dos encuentros en la Biblioteca Insular de Gran Canaria y en la biblioteca de Arucas con la participación del IES Domingo Rivero. "Con once años era alcohólico". "Aprendí a leer y a escribir en la cárcel, a los 34 años". "Entrar en la cárcel es lo mejor que me ha pasado". Estos eran los contenidos de algunos de los libros en catálogo aquel día: discapacitado, presa, musulmán, transgénero. "La gente reacciona muy bien y a ellos les encanta porque les da una oportunidad para explicarse", explica Gemma del Rosario, miembro de la Mesa de Trabajo 5 de la Biblioteca Insular de Gran Canaria, que forma parte del Observatorio por la Lectura y Escritura en Gran Canaria integrado en el Pacto del mismo nombre. En aquella primera cita se realizaron 86 préstamos.
El beneficio es recíproco, añade Celia Donaire, educadora social del Centro Penitenciario Las Palmas 2 y responsable de seleccionar "libros" entre los presidiarios del centro. "Tenían que ser personas con capacidad de afrontar preguntas y situaciones que a lo mejor no iban a ser agradables, porque no sabíamos qué les podían preguntar", explica. "Salieron dos internos, un hombre y una mujer, y fueron de los más solicitados". Ese es uno de los fenómenos más curiosos en todas las bibliotecas humanas. Como en todos los mercados, se genera un efecto de oferta y demanda que hace que para algunos libros haya largas listas de espera. Los presidiarios suelen ser de los más solicitados, pero Pablo y Cleia también forman parte de los 'best sellers'.
"No les quitaban la vista de encima, porque hablan mucho, son gente muy tranquila y los lectores estaban asombrados, en plan '¿cómo puede ser que esta persona con tanta facilidad de palabra esté en la cárcel?', recuerda Donaire. Aunque puede llegar a ser una experiencia agotadora para el libro, que pasa horas y horas repitiendo una historia personal complicada a una serie de desconocidos, la reacción es la de "euforia, como lo que le pasa a un actor cuando le sale muy bien una actuación, es muy positivo para su autoestima".
Hasta llegó a haber intercambio de teléfonos entre libros y lectores, así que Celia se ha planteado abrir una biblioteca humana en la prisión. Aunque, como añade, la gracia está en la variedad del repertorio: otras ONG colaboradoras en aquella ocasión fueron Plena Inclusión, CEAR Canarias (inmigración) o Funcasor (personas sordas).
Un experimento que funcionó
A Del Rosario se le ocurrió que el experimento podía funcionar en Canarias tras conocer la iniciativa que puso en marcha hace exactamente 20 años el danés Ronni Abergel en colaboración con su hermano Dany, Asma Mouna y Christoffer Erischen. El 30 de junio de 2001, el festival de Roskilde acogió por primer vez una biblioteca humana. Abergel explica a El Confidencial en qué consistía: "Mi idea era que gente impopular estuviese disponible para poder hablar con ellos, crear un espacio donde pudieses tomar prestada a una persona durante dos horas, para dar una vuelta, ver un concierto o sencillamente sentarte a hablar con ella", explica. "Cuando lo conté, mi colega Christoffer me dijo: ¿como en una biblioteca?" Ahí estaba el concepto.
Ronni Abergel en 2021, 20 años después de la primera biblioteca. (Human Library) |
Era una apuesta arriesgada, porque cabía la posibilidad de que nadie quisiera pasar su tiempo con un presidiario tatuado, con una persona trans o con un inmigrante. Pero incluso en ese caso, recuerda Abergel, tenían todas las de ganar. "¿Qué pasaría si nadie venía? Pues que esos libros se leerían los unos a los otros", añade. Es habitual que no solo los libros y lectores se junten, sino también los libros entre sí, como un 'Fahrenheit 451' de la diversidad. En apenas unos minutos, todos los miedos se desvanecieron.
"Cuando vi a los primeros lectores marcharse con sus libros cinco minutos después de abrir el mostrador, me di cuenta de que era universal" , añade el danés, que por aquel entonces tenía 26 años. No podía saber que acababa de toparse con el trabajo de su vida. "En cuatro días se leyeron más de 1.000 libros. Ahí me di cuenta de que era algo universal, porque en todas las sociedades del mundo hay grupos estigmatizados".
20 años después, la Human Library está presente en 80 países de todos los continentes, desde Bangladés y la India a EEUU pasando por Italia o España. Aunque es imposible contabilizar todos los libros humanos que han existido, el danés cuantifica en "cientos de miles" las personas que se han presentado voluntarias a la organización en un momento u otro. Los lectores, en millones. "Algo que tienen en común todos es que se sorprenden de sí mismos y de la persona a la que han conocido", añade. "La mayoría de forma positiva, es raro ver a alguien que reaccione de manera negativa. A menudo hay gente que se queda todo el día para leer todos los libros que pueda".
"Nuestro lema es 'desjuzgar a la gente'", añade. "Nos gusta dejar claro que todas las personas juzgamos, que hacemos evaluaciones de riesgo de los demás. A veces lo hacemos rápidamente, como cuando nos cruzamos con alguien en la calle. Pero si te damos la oportunidad de que conozcas a esa persona, podemos 'desjuzgarle'".
¿Un asunto danés?
España no es uno de los países donde más presencia tienen las bibliotecas humanas. Aunque cada cierto tiempo se organice una, aún falta mucho para que haya una permanente como ya ocurrió en Lismore (Australia). Fascinados como estamos por la cultura escandinava, los comentarios nacionales sobre la Human Library suelen ir acompañados de esa admiración hacia los países del norte teñida de cierta envidia. Pero Abergel señala en la dirección opuesta. "España tiene la misma conciencia social que Dinamarca, no hay más que echar un vistazo a vuestro activismo y las medidas que defienden los derechos humanos que habéis sacado adelante", explica.
Uno de los encuentros de la biblioteca humana. (Human Library) |
La situación en Escandinavia hace 20 años era muy diferente a la actual. "En 2000 estábamos en una situación privilegiada para ser creativos sin limitaciones", recuerda. "La mayor parte de financiación hoy tiene muchas limitaciones y burocracia: tiene que ser así, tienes que cumplir esto y aquello. Es raro tener oportunidades así, por lo que no puedes culpar a las ONG españolas porque no se les haya ocurrido nada de esto. En los países escandinavos teníamos esa visión, pero cada vez somos más capitalistas y no sé si hoy habría sido posible algo así".
Paradójicamente, o tal vez porque todos los proyectos innovadores sufren el peligro de tener fecha de caducidad, Dinamarca es uno de los países donde hoy por hoy hay menos interés en las bibliotecas humanas, tanto por parte de las organizaciones como del público, como lamenta su fundador. De ahí que el plan de Human Library sea expandirse por otros países y generar estructuras locales. Primero, a través del desarrollo de una app que permita "sacar" libros de forma virtual, primero a nivel local, más tarde de otro país: "Un español, así, podrá tener acceso a libros de Colombia". Más tarde a través de un ambicioso plan de depósitos locales de libros que proporcionen una estructura fija en cada ciudad.
Así que el danés tiene una última petición: "Si alguien quiere organizar un evento o ser un depósito de libros humanos en España, que nos escriba en la página web, aunque sea en español, porque entendemos el idioma, y veremos qué se puede hacer". Su gran objetivo, que las bibliotecas humanas estén tan extendidas como las bibliotecas públicas. "Es a lo que pienso dedicarme hasta que abandone este mundo".
Fuente: El Confidencial (Por: Héctor G. Barnés)
VÉASE ADEMÁS:
Bibliotecas Humanas, donde se consultan personas y no libros
Acudir a una biblioteca a pedir un libro es de lo más común, sin embargo, ahora existen bibliotecas humanas, en donde en lugar de libros te llevas personas; para poder aprender de la historia de alguien.
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